EN la catedral de Tudela, en el momento en que, Ignacio (hijo de mi prima Maribel) y Silvia, se unían para toda la vida, mi compañero Mariano Ferrer se acercaba de puntillas al más allá. Tenía que haberlo intuido al entrar en el templo y sentir el intenso olor a flores. Innumerables rosas blanca unidas con lazos y guirnaldas con ramos de paniculata. Un violonchelo y un violín tocaba River Flows in Joy, de Yiruna, cuando entró el novio, y A Thousande Years, de Christina Perri, al entrar la novia. Y una voz preciosa subió por los añejos muros hasta la última cúpula. Luego Ramaeu, Schubert, El Señor de los anillos, La Misión, Enya... Era tan bella la ceremonia que sentía esa presencia divina que la música consigue envolver para atrapar la otra dimensión, ajena a lo terrenal.

Mariano también se iba a ese más allá que me llena de melancolía el alma. ¡Qué lejos y qué cerca estábamos en el luminoso sábado de julio! Esperó un día más, se marchó el domingo a ese viaje eterno sin destino conocido.

Estudiamos juntos en la Universidad de Navarra y Mariano, eterno caminante de aventuras insólitas, se fue a la universidad de Siracusa en EE.UU. Cuando volvió traía una mochila llena de ideas periodísticas que fue desgranando como un prestigiador enamorado de su profesión. Eran otros tiempos. La palabra era un riesgo, pero Mariano nunca tuvo miedo. Habló y escribió en radio, en TV, en prensa. Como gran conocedor de la política vasca, su opinión siempre valiente, estuvo en numerosas tertulias. En 1994, 2001 y 2002 fue moderador de las conferencias de paz que convocó Elkarri. Años después, portavoz de la Plataforma 19/98. Un plataforma creada como reacción de un colectivo de ciudadanos contrarios al macrosumario de la Audiencia Nacional que trató de vincular actividades de empresas y organizaciones políticas y sociales a la actividad de ETA. Se demostró que era mentira, pero siempre las acusaciones van en primera página y los fallos de los tribunales -las equivocaciones- en gacetillas interiores.

Mariano era un hombre discreto que, como decía su gran amigo Pablo Muñoz, fue mal entendido por unos y por otros. Ahora, en ese vacío que no comprendemos porque a Dios tampoco hay quien le entienda, estará escrita su historia y allí donde van las almas buenas le juzgaran con beligerancia. Me hubiera gustado contarle a Mariano que en Tudela siguen en julio las cigüeñas, ya no emigran como cuando éramos estudiantes. Sus nidos se quedan todo el año en los campanarios. Es curioso, las cigüeñas, aunque sean crías pequeñas, no temen a las campanas. Permanecen firmes mirando el paisaje, quizás porque han aprendido que su casa siempre está alta, en lo más alto de las iglesias. Quizá, sin saberlo, buscan el cobijo divino.

Cuando los novios reciben las arras y se intercambian los anillos, se oye Nuvole Blanche, de Ludovico Einaudi. Veo que mi prima llora (es como mi hermana) y su hijo, al terminar la ceremonia nupcial, le abraza tan fuerte entre lágrimas de felicidad que se humedecen los ojos. Ser madre es eternidad y no siempre se entiende, pero situaciones misteriosas que abren el pensamiento. Enrique y Silvia, saben que han llegado a este altar gracias a sus padres. La ceremonia sigue, los contrayentes comulgan con la hostia y el vino y me quedo meditando en nuestra falta de fe en la trascendencia, pero -me lo repito tantas veces?- como decía Saramago, “si Dios existe, perdonará nuestra falta de fe”.

Salimos de la catedral con las notas de A Sky of Starrse, de Coldplay y después -sus amigos, muchos estudiantes de Deusto- les reciben con pétalos de flores, confetis y arroz. Dios ha sido el primero en bendecir esta unión, después es un empezar la vida, un proyecto de vida en común.

Mariano Ferrer se ha despedido, quiero imaginar que con su media sonrisa jocosa. Un grupo de sus compañeros, hemos pensado celebrar una comida para recordarle, porque a Mariano no le gustaban los cantos tristes. Brindaremos por la nueva vida que desconocemos y, posiblemente entre las nubes blancas, le reciba una lluvia de pétalos de todos los colores mientras Leonard Cohen le canta Aleluya.