lA organización cooperativa informaba, por su parte, de la creación de 578 empleos en el año pasado, que espera se doblen este año, confirmando una vez más la buena evolución de una singular fórmula jurídica que ya había tenido un comportamiento diferencialmente positivo en los años más difíciles de la crisis (según el Eustat, entre 2008 y 2014 el número de sociedades anónimas y limitadas caía entre nosotros en un 26% y un 6%, respectivamente, y sus datos de empleo empeoraban en un 19% para las primeras y un 9% las segundas, mientras que el cooperativismo crecía un 22% en número de firmas y en casi un 8% su ocupación).

La fórmula cooperativa, de singular éxito en Euskadi, ofrece, por otro lado, datos paradójicos: suponen un modesto 1% de las empresas vascas, pero aportan el 5% de los empleos, dato solo explicable por el concurso de las importantes cooperativas industriales nacidas en las décadas de los 60 y 70 del siglo XX.

Esa generación de cooperativas, nacida en un mercado español muy protegido del exterior y gracias al concurso excepcional de Caja Laboral en un contexto de ausencia de supervisión de la actividad bancaria de las cooperativas de crédito, ha sido posteriormente capaz de ir adaptándose a los cambios en el entorno competitivo y financiero hasta constituir hoy en día el grupo empresarial más importante del país.

Muy distinto es, sin embargo, el perfil de las nuevas cooperativas, más concentradas en el sector servicios y que en el año 2018 cuentan con apenas tres trabajadores de media, centrándose así en el segmento de las micropymes.

No es discutible, en cualquier caso, su aportación cuantitativa, además de que, en el plano cualitativo y siguiendo a Igor Ortega, investigador de Lanki, el cooperativismo “ofrece pistas interesantes para encarar los retos que enfrenta nuestra sociedad” ya que “más que un título vinculado a una determinada entidad jurídica, constituye una cultura y una posición propia ante los desafíos sociales”.

Cultura en la que, entre otros cambios sobre la cultura empresarial tradicional, se ha sustituido en las empresas la confrontación por la cooperación y la preocupación por las personas, de la que parece también estar cercana la propuesta de Nueva Cultura de Empresa que viene propugnando la asociación empresarial guipuzcoana.

Apuesta estratégica en la que Adegi lleva ya más de cinco años y a la que posiblemente no sean ajenos otros datos muy positivos relativos no solo al crecimiento del empleo en Gipuzkoa (esperan otros 5.500 empleos en el 2019), sino también a la calidad del mismo, con niveles récord históricos de personas con contrato indefinido. Y ello con incrementos salariales superiores a la inflación sobre la base de los sueldos medios más altos del Estado.

Se va consolidando así un modelo empresarial vasco muy competitivo y basado progresivamente en valores como el trabajo en equipo, la participación de las personas y su implicación en los proyectos empresariales y la responsabilidad personal y colectiva cuyos frutos deben llegar a todos

Con el objetivo, expuesto por Eduardo Junkera, presidente de Adegi, de que “la nueva cultura de empresa y las relaciones de colaboración ayuden a las empresas de Gipuzkoa a navegar en las procelosas aguas de la coyuntura económica para hacer mejores empresas y mejores empleos, en una mejor Gipuzkoa y una mejor Euskadi para nosotros y nuestros hijos”

Merece la pena destacar que esa dirección del cambio empresarial está siendo también valorada en el exterior. Así, además del interés mostrado por el Vaticano, la Organización Internacional del Trabajo ha decidido incorporar el modelo inclusivo participativo de empresa aprobado por los Parlamentos vasco y navarro en la publicación especial que va a editar sobre el futuro del trabajo con motivo de su centenario.

Con ese marco, no es de extrañar que en Bruselas señalen a las administraciones vascas como referentes en el apoyo a los cambios empresariales y la Hacienda guipuzcoana sea observada en Europa como pionera en la adopción de medidas fiscales favorables a la participación de los trabajadores en la propiedad de las empresas.

También cabía esperar, en ese sentido, que sea precisamente el Gobierno vasco quien, a través de su Departamento de Trabajo, sea el pionero en el Estado aplicando ayudas a los trabajadores que se incorporan a la propiedad de empresas no exclusivas de la economía social y que adopte una posición de liderazgo en la elaboración de propuestas relativas al nuevo concepto de Empresa Participada, que deseablemente consolide este nuevo planteamiento de empresa que favorece el desarrolllo humano y es por ello más competitiva.

Sin olvidar que “el éxito conduce a la altanería y la altanería es la antesala del fracaso”, merece la pena seguir trabajando para hacer unas empresas que contribuyan cada vez en mayor medida a hacer una sociedad más próspera y socialmente más justa.