El tren para Madrid partió el pasado día 28 de abril. No ha llegado aún a su destino. Faltan por constituir el Congreso y el Senado. Y, sobre todo, no hay viso alguno, hoy todavía, de que esté llegando a estación alguna en lo que a la gobernabilidad se refiere. Entre poco y nada nos ha aclarado al respecto el rondo de Sánchez con Casado-Rivera-Iglesias. Pero ese tren, con sus viajeros electos dentro, ya partió.

Ahora, el próximo día 26, toca cambiar agujas y poner en marcha otros trenes. Uno, de largo recorrido, en dirección a Bruselas. Y, sobre todo, junto a trenes autonómicos en diversas partes del Estado, numerosos trenes de cercanías. En concreto, aquí en el País Vasco: 51 en Araba, 112 en Bizkaia y 88 en Gipuzkoa, con destino a otros tantos ayuntamientos. Y, junto a ellos, tres trenes de media distancia, con destino a las Juntas Generales.

Dice la teoría que hay que distinguir entre los trenes: que una cosa son las elecciones generales; otra, las europeas; otra, las autonómicas; una cuarta, las forales; y otras, también, los comicios municipales.

Se trata de una teoría poco discutida, pero también poco practicada. En nombre de apelaciones genéricas, a veces inconscientes, y otras, interesadas, pareciera a veces que todos los trenes tuvieran un único destino. Así, por ejemplo, observamos estos días cómo algunos apelan a los ciudadanos a una especie de segunda vuelta electoral, para terminar de elegir congresistas y fijar, de una vez, los números para la gobernabilidad de la próxima legislatura.

Yo me declaro rotundamente contrario a esta forma de ver. No es que no entienda por qué Pedro Sánchez pospone la formación de su Gobierno al próximo día 26. Pero reclamo un posicionamiento claro a favor de que cada elección sea para lo que está establecido. Que los electores votemos a aquellos candidatos que entendemos que mejor se adecuan a los quehaceres y responsabilidades que tendrán atribuidas si son elegidos. Y que los electos se dediquen, al día siguiente de su elección, a aquello para lo que han sido elegidos.

A mitad de camino, como estamos, entre el 28 de abril y el 26 de mayo, toca, pues, cambiar las agujas del tren y empezar a pensar qué candidatos son acreedores de nuestro voto bien para un ayuntamiento, bien para una Diputación, bien para Europa. Eso sí, a la hora de delegar nuestra confianza en esta mujer o en aquel hombre los criterios a utilizar, al menos los míos, son idénticos. Me fío de los hechos, no tanto de las palabras y menos de los dibujos coloristas de última hora. Si es el caso, de la persona que repite. Si no, cuando menos, del grupo del que forma parte. Y, sobre todo, no me fío de quien, porque está en campaña, se dedica a embarrar el campo o a intentar venderte la luna. El que hoy promete todo se responsabiliza mañana de nada.