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Sensibilización trasladable

Si las campañas y restricciones han reducido el tabaquismo y sus consecuencias sociales y de salud pública, cabe apoyarse en la experiencia para prevenir y controlar el consumo de alcohol, especialmente en menores

LA constatación científica del progresivo aumento del consumo de alcohol en la juventud en las últimas décadas y la incidencia del mismo en comportamientos antisociales, atentatorios contra la libertad individual y/o sexual o simplemente incívicos y contra la convivencia, que también en nuestro país se hacen evidentes de modo especial en los ambientes festivos veraniegos, recomienda que la sociedad y las instituciones que la administran exacerben tanto las iniciativas de prevención y control como las medidas punitivas en casos en que estas sean necesarias. No se trata de falta de regulación. En Euskadi, desde que en las décadas de los 80 y 90 del pasado siglo se multiplicó por siete el número de casos de menores con altos indices de consumo de alcohol, se han venido aprobando normativas específicas que reglamentan la apertura de expedientes o la imposición de sanciones por la venta de alcohol a menores o por la simple intermediación en la misma, normativas que finalmente se vieron respaldadas por la aprobación hace casi seis años de la Ley 11/2010 de prevención de consumo de bebidas alcohólicas en menores de edad y ya este año con la reciente la Ley Vasca de Adicciones, que constata la necesidad de reducir el acceso de los jóvenes al alcohol, refuerza las restricciones ya vigentes y también contempla el problema desde una perspectiva frente a la desigualdad de género. Es cierto que la socialización en torno al alcohol, tan extendida en nuestra sociedad, complica sobremanera la actuación preventiva, la educación, frente a un problema complejo y de causalidad casi individual pero tan extendido que, según cifras del Estado español, siete de cada diez jóvenes de entre 14 y 18 años han consumido alcohol (el 87% de los jóvenes entre 16 y 19 años lo hacen) y seis de cada diez han sufrido los efectos de alguna intoxicación etílica que en el caso de Euskadi reviste gravedad en hasta una media de quinientas asistencias al año por parte de los servicios de Osakidetza. Pero si las campañas de sensibilización contra el tabaco -incluyendo la restricción directa de su venta y consumo- han logrado una reducción evidente del tabaquismo y de sus consecuencias sociales y de salud pública, cabe entender que serían trasladables al fenómeno del alcohol y supondrían un apoyo esencial al primer nivel de educación y control, cuya responsabilidad, en el caso de los menores, recae en la familia.