Con cerca de ocho décadas a las espaldas puede considerarse hasta normal que a uno se le marchiten las ilusiones. De todos modos me reconoceréis que el arranque de las ansiadas vacaciones de primavera/2016 se nos muestra un poco tenebrosas. Demasiadas lágrimas tanto a nivel nacional como internacional. Mis respetos para quien llora por la suspensión de una procesión, pero mis condolencias van más bien en otra dirección. Por ejemplo, hacia familiares y amistades de las víctimas que, implacablemente, se ha tragado ya la carretera. (Mención especial al desgarrador accidente de Tarragona, con tanta vida segada en la flor de la juventud). Hacia los que se han visto directamente envueltos en el escalofriante atentado terrorista de Bruselas. Y, cómo no, hacia quienes van quedando por el camino o estrellan su desesperación, en las alambradas que les cortan el paso hacia la dorada Europa.
No voy a entrar en detalles, porque si algo sobra es información. Lo que me asaltan son las preguntas. ¿No parecen demasiados vía crucis demoledores, como para mirar hacia otro lado sin dedicarles una mínima reflexión? ¿Dónde se compra un poquito de esperanza para atravesar el túnel del dolor y de la muerte? ¿Por qué se ha de cruzar tanto sufrimiento en nuestro caminar hacia la siempre ansiada y aparentemente inalcanzable felicidad? ¿Por qué la religiones caen con tanta facilidad en el fanatismo y, demasiadas veces, multiplican los problemas en lugar de resolverlos? ¿Dónde encontrar respuesta a tanta pregunta? En medio de tanta calamidad, me llaman la atención la cantidad de personas que se vuelcan en favor de las víctimas. Impresiona su entusiasmo, su capacidad de atender, de dar ánimos a quien los necesite en medio de tanta desgracia. Y, para colmo, inasequibles al desaliento, son capaces de transparentar una especie de felicidad contagiosa que cautiva. Por ponerle un nombre, yo la bautizaría como Felicidad Samaritana. ¿Este tipo de felicidad podrá ser, algún día, más popular que la felicidad aparente proporcionada por el dinero y el poder? Seguro que la Humanidad acabaría agradeciéndolo.