En La Razón se ha publicado que lo primero que dijo el conductor a los servicios de emergencia fue: «¡Lo siento, me he dormido!». Un mea culpa en toda regla. Pero antes de pasar a demonizarle, quizá deberíamos tratar de entender por qué se durmió. ¿Llevaba muchas horas seguidas trabajando? ¿La somnolencia se la causo algún antigripal que estaba tomando? -según su jefe tenía catarro-. ¿Hipotensión transitoria? ¿Narcolepsia no diagnosticada? Etc. Lo que intento decir es que se me hace raro que a un conductor de autocares con 17 años de experiencia -sin antecedentes-, se le quiera acusar de 13 homicidios por imprudencia sin ni tan siquiera saber si está tomando un jarabe para la tos.