Veo un mapa de no hace mucho (El mapa de Villegas). Eran los tiempos gloriosos de las colonias, de los fueros, de la Castilla arrasadora de los demás reinos peninsulares e insulares. La España o las Españas la marcaban en cuatro territorios diferenciales. España colonial. España uniforme. España foral y España asimilada. Hoy día, y aunque parezca mentira, poco ha cambiado, aunque le llaman España de las Autonomías. En el fondo sigue mandando la uniforme. La de un estado-nación, una lengua, una administración, una justicia. Los gallegos, vascos y catalanes tienen el derecho de usar su lengua, como transmisión, siempre que no menosprecie a la castellana. Creo que a nosotros en la práctica nos tratan como asimilada o que nos debemos asimilar y uniforme. Lo de foral está ya en el olvido y lo de colonial les parece muy duro. En la Constitución se habla de nacionalidades y regiones, pero debió ser un error, pues el Tribunal Constitucional falló en contra de la denominación de nación a Catalunya. Paradojas; una nacionalidad sin nación. Yo comprendía que hubiera naciones sin Estado propio, pero nacionalidad sin nación es como un jardín sin flores. A pesar de todo Gregorio Pérez Barba, uno de los padres de la Constitución, dijo en su día. “Pero, centrándonos ya en el tema nacionalidades, tengo que decir que nosotros no participamos del catastrofismo con que se enfoca en la enmienda que combatimos y en la inteligente intervención que el señor Silva ha hecho para defender su posición. Primero, nosotros hemos dicho en comisión, y lo afirmamos de nuevo aquí, que el término nacionalidad es un sinónimo de nación, y por eso, hemos hablado de España como nación de naciones”. Y es que el nacionalismo español trata de imponer su identidad con su homogeneización estatal, y no se dan cuenta que los españoles serán más libres, cuando los vascos y los catalanes decidan libremente su futuro.
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