Algunos presumen de no ver la televisión, no leer los periódicos, no hablar, ni discutir de religión, ni de politica. Esta es quiza una postura de muchos demócratas, prudentes, avanzados o demasiado cómodos, que igual es solo una pose. Las conversaciones, las discusiones de los cambios de pareceres con el que piensa de diferente manera no les interesa, ni les merece el menor respeto que haya otros, cuya concepción de la vida, del amor, del trabajo, del poder, de la moral y de la ética, esté en otra galaxia. No quieren participar de la verdad del otro, ni de la suya, ya que creen que así serán mas respetados. Se refugian en las insustancialidades e intentan llevar al mundo del consumismo, televisivo, deportivo, de espectáculos de rock, u otros movimientos. El sinsorgo, se cree feliz. Los problemas importantes no le atañen. De eso se aprovecha el Estado, con los medios de comunicación a su servicio. No habla de política, de religión, de amor, de libertad, de justicia, de paz, de perdón, de convivencia. En el trabajo lo hace de la familia y en casa del trabajo. No se compromete con nada, ni siquiera con uno mismo. La mediocridad de nuestra sociedad es notoria. Nos perdemos en la anécdota, en la superficialidad. Los verdaderos héroes están mal vistos. La corrupción es un sintoma de listeza y los insustanciales son aquellos que no aparentan tener ninguna preocupación. Sus comportamientos están demasiado lejos de la cultura, y de la moral, ya que su mundo es el dinero, el poder, la fama, acompañada de marketing y falsas inquietudes sociales. Un político está mal visto si nombra a Dios, en un discurso sobre la paz. El ateísmo es la nueva religión. Se confunde amor con sexo. Matrimonio con convivencia. Solidaridad con caridad. Teresa de Calcuta, Ellacuria, Becket, Ghandi, Romero, Francisco de Javier y, sobre todo, Jesucristo son unas anécdotas en la historia. La insustancialidad nos invade. La sensatez, la prudencia están abandonadas, así como los personajes grandes de espíritu, sustituidos los del poder, dinero, los del corazón, los del deporte. Realmente una parte de la prensa se acomoda a todo según sus conveniencias. No tengo que molestar al rico y poderoso, al poder jurídico y político, al sinsorgo pueblo llano, que se contenta con los discursos morales de los personajes del mundo del corazón, ya que lo que se lleva es potenciar lo impotenciable.