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¿Podemos quiere?

La propuesta de Pablo Iglesias a Pedro Sánchez, escandalosamente realizada ayer, lleva a preguntarse si no pretende una repetición electoral, pero también matiza su defensa del derecho a decidir para acercarla al lenguaje socialista

TRAS oír a Pablo Iglesias exigir para sí mismo la vicepresidencia de un hipotético gobierno de Pedro Sánchez, enumerar un puñado de ministerios en los que colocar a quienes le acompañaban en una rueda de prensa atípica y plantear una ristra de condiciones al PSOE, la pregunta que cabe realizarse es si Podemos quiere. Daría la sensación de que la formación morada ha interiorizado que sus círculos son ondas en expansión para una posible repetición electoral y que, por contra, ni el PSOE, acosado por ese crecimiento, ni Pedro Sánchez, entre la espada de perder aún más apoyo electoral y la pared de la oposición interna en el inminente Congreso Federal socialista, pueden permitirse otra convocatoria a las urnas. Algo que también barruntaría, al parecer, Mariano Rajoy -o el PP-, dispuesto a esa repetición en la creencia de que, por un lado, absorbería parte de los votos de Ciudadanos; y por otro, saldría beneficiado asimismo del duelo entre PSOE y Podemos. En otras palabras, el único al que realmente interesaría formar gobierno en estos momentos es al PSOE o, mejor dicho, a Pedro Sánchez. Pero ese interés, no lejano de la necesidad, no es lo único que ha hecho que el secretario general socialista mida cada una de sus respuestas a las pretensiones nítidas desgranadas por Pablo Iglesias, ya tras la noche electoral del 20-D y, sobre todo, ayer mismo. Porque el hecho de resituar sus pretensiones y enumerar escandalosamente la ocupación de determinadas áreas en un presunto futuro gobierno, ha permitido a Iglesias matizar -si no ocultar- la pérdida de rotundidad de sus “líneas rojas” y convertir el derecho a decidir (que era, junto a la emergencia social, el pilar de sus condiciones) en “la asunción de la plurinacionalidad y “la búsqueda de nuevos encajes constitucionales” tras un referéndum consultivo en todo el Estado para la reforma de la Carta Magna. Mucho más asumible por los más reticentes en el PSOE. Así que, curiosamente, lo que parecía alejar el acuerdo quizás lo facilite. Ahora bien, dicha maniobra también emplaza a Podemos. A partir de la misma comparte con el PSOE la responsabilidad de un presunto fracaso en la negociación y, además, tras sus problemas con las “confluencias” al formar grupos parlamentarios, la matización del derecho a decidir le plantea, especialmente en Euskadi y Catalunya, granero de muchos de sus votos, de nuevo la misma pregunta: ¿Podemos quiere?