DEBIDAMENTE filtrada a raíz de la ronda de consultas de Felipe VI a las diversas formaciones con representación parlamentaria, la todavía solo verosimil entente de progreso que reuniría a PSOE, Podemos, IU y los nacionalistas como alternativa a la incapacidad de Mariano Rajoy para conseguir respaldos ajenos, malogrando así la repetición electoral con la que el PP pretendía adueñarse de parte de los votos a Ciudadanos, ha desatado a una operación mediático-política con la pretensión de impedir la investidura de Sánchez. Una operación que no tiene reparos en la utilización torticera de informaciones -o desinformaciones- a la búsqueda de afear ante el electorado socialista menos ideologizado que Sánchez se apoye para llegar al gobierno en “extremistas y separatistas”, en expresión usada por voces del Partido Popular, que intenta así potenciar las resistencias internas en el PSOE, ya explicitadas en su momento por Susana Díaz, Fernández Vara o García-Page y dificultar el acercamiento que se intuye con Podemos. Cuenta para ello con el respaldo de la vieja guardia jacobina socialista, más preocupada de la salvaguarda de la idea de Estado uniforme imperante que de procurar un cambio social que responda a las necesidades de la ciudadanía y a la propia ideología original y una transformación de las estructuras del Estado que acondicione este a las reivindicaciones mayoritarias en las naciones que encierra, dando solución a su principal problema. De ese interés común entre la derecha, el PP, y los sectores y cuadros del PSOE más cercanos a los poderes del Estado, tanto políticos como económicos, que son los realmente interesados en mantener intocable el status quo, surgen las noticias emitidas ahora como primicia sobre el hace tiempo conocido viaje conjunto de miembros de CUP, Podemos y la izquierda abertzale a Venezuela o las que exacerban tipográficamente los recelos al acuerdo con los de Pablo Iglesias de dirigentes socialistas a los que se da escaparate mediático. Todo vale con tal de despojar a Pedro Sánchez de los apoyos que necesita para gobernar, de desinvestirle por adelantado, sin ignorar que es en la consecución de ese acuerdo y de la presidencia del Gobierno español en donde Sánchez deposita su prácticamente única opción de hacer frente con éxito a la oposición interna en el próximo y casi inminente congreso que debe refrendarle, o no, como líder del Partido Socialista.