Rajoy ante su evidencia
Si corresponde al PP, como primera fuerza, intentar reunir voluntades en torno a un gobierno, que se visualice su incapacidad para lograrlo es relevante debido a la amoralidad, prepotencia e incumplimientos que la explican
LA evidencia de que Mariano Rajoy no cuenta con suficiente apoyo para presentar al Congreso su candidatura a presidir el Gobierno español, ya prevista desde el mismo 20-D y al parecer algo más que insinuada en la ronda de consultas iniciada ayer por Felipe VI como constitucionalmente protocolario proponente de la candidatura, no debe servir para que el ahora presidente español en funciones salte sobre la misma como si no existiera, delegando la responsabilidad de formar mayoría a quien, en todo caso, la tendrá sólo una vez el propio Rajoy haya fracasado en el intento. Porque si es al PP, como primera fuerza, a quien corresponde intentar aunar voluntades en torno a un proyecto de gobierno, la visualización de su incapacidad es relevante en sí misma debido a los motivos en que se fundamenta. Empezando por el final, dos no acuerdan si uno no quiere y Mariano Rajoy no ha querido -quizás a la espera de una repetición de elecciones que le permitiese mejorar resultados- en el mes transcurrido desde las elecciones variar siquiera un ápice sus hieráticos planteamientos en busca de sondear consensos; asimismo, el PP ha sido incapaz de plantear alternativas a esa indefinición de hierro que caracteriza el liderazgo absolutista de Rajoy. Prueba de ello es que ni siquiera han logrado sumar un apoyo nítido de aquellos a quienes tienen ideológicamente más cerca, los Ciudadanos de Rivera. Pero la soledad de Rajoy y el PP tiene asimismo raíces más profundas, ya que es consecuencia directa de sus formas y modos en dos vertientes concretas. Por un lado, la enorme variedad y trascendencia de las prácticas poco éticas y corruptas que han afectado al partido del gobierno -la última es la operación policial con trece detenidos por fraude en los contratos de la sociedad estatal Acuamed- aconseja a las demás formaciones mantener una distancia de salvaguarda que impide apoyar su continuidad. Por otro, la actuación de Rajoy durante la legislatura, aquejada de prepotencia absoluta y de ignorancia de normas legales y compromisos políticos -la última constatación es la sentencia del TS sobre las subvenciones a Tecnalia y Mondragon Unibertsitatea que se negó a pagar pese a estar recogidas en los PGE de 2011-, impide en el resto de formaciones la más elemental confianza. Y todo ello debe hacerse patente como motivo del anticipado fracaso de Rajoy, sea posible o no a continuación formar gobierno.