EL fin de las duras sanciones económicas decretadas contra Irán por parte de los Estados Unidos y la Unión Europea tras el trabajado acuerdo nuclear mediante el que Teherán se compromete a una drástica reducción de su programa atómico que le impide, de facto, desarrollar una posible bomba nuclear supone un éxito de las relaciones internacionales basadas en una diplomacia firme aunque flexible, la negociación como método de resolución de los conflictos y un alivio para el mundo, que ve cómo la amenaza de destrucción se reduce de manera significativa. No sorprende, por ello, que la comunidad internacional -con la esperada salvedad de Israel- haya acogido con evidente satisfacción la consecución del acuerdo, que se vio precedido por gestos impensables hace poco tiempo, incluido un insólito canje de prisioneros entre Irán y Estados Unidos. El propio presidente norteamericano, Barack Obama, se dirigió ayer a sus ciudadanos para explicar el pacto y el levantamiento de las sanciones contra Teherán afirmando que a partir de ahora “EE.UU. y el mundo estarán más seguros”. También Federica Mogherini, responsable de la política exterior de la UE, mostró su satisfacción y anunció el fin del castigo a Irán. Con todo, las negociaciones no han sido sencillas. El acuerdo ha sido posible gracias al talante del presidente iraní, Hasan Rohani, de perfil moderado, que lleva dos años y medio en el cargo en los que ha mostrado su disposición a un cambio en sus relaciones internacionales pese a las dificultades internas que padece y a la oposición de una parte importante de los representantes políticos y religiosos del país, que en breve celebrará elecciones al Parlamento, y aunque no sea precisamente el mejor momento para la exportación de petróleo, una de las grandes bazas de Teherán. El empeño de EE.UU., y también de la UE, por su parte, tiene mucho que ver con la vertiente puramente económica de la normalización de relaciones, ya que Irán y, en general, la mayor seguridad en Oriente Medio suponen una gran oportunidad para las empresas. En ese sentido, desde la óptica de Euskadi, es también una buena noticia el fin de un embargo que ha traído de cabeza a numerosas firmas vascas, algunas de las cuales han sido perseguidas de manera casi inquisitorial por la venta de productos a Irán, y supone una buena oportunidad para el comercio y el desarrollo económico.
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