Alo largo de los últimos años se ha detectado un evidente desinterés ciudadano por la actividad política y por las personas que la ejercen de manera más directa. La crisis económica y sus funestas consecuencias, los graves casos de corrupción destapados en los diferentes partidos, el progresivo alejamiento de las formaciones y de los políticos respecto a los problemas reales de la sociedad, el aprovechamiento de algunas prebendas y privilegios, la ausencia de grandes acuerdos básicos y la incapacidad para hacer frente a múltiples situaciones cotidianas más allá de la confrontación han dejado la percepción de un notable alejamiento social hacia la política en general, sobre todo en los más jóvenes. Más allá de la evidente injusticia que supone la generalización de algunas apreciaciones y acusaciones contra todo el colectivo de personas comprometidas con la acción política, lo cierto es que, aunque con menor incidencia en Euskadi, el desinterés había cogido un peso preocupante en amplias capas sociales. Sin embargo, esta tendencia está cambiando de nuevo, al menos en la CAV. El sondeo poselectoral elaborado por el Gobierno vasco y hecho público ayer refleja de manera clara el interés que despertaron los pasados comicios y, en general, la política entre la ciudadanía, hasta el punto de que una amplia mayoría (62%) siguió con mucho o bastante interés todo lo relativo a la cita con las urnas, incluida la campaña. Una tendencia que se confirma con el dato de que ese interés se ha trasladado al ámbito más íntimo, de manera que ha crecido de manera significativa el porcentaje de vascos que han incorporado la política, y en concreto las elecciones, como tema de conversación con la familia y con las amistades. De este modo, hasta el 75% de los vascos han visto o leído alguna entrevista o debate durante la campaña electoral y más de la mitad se ha preocupado de leer el programa o la propaganda de alguno de los partidos. En definitiva, el interés por la política está experimentando un crecimiento tras unos años de grave -y, probablemente, merecido- desprestigio social. La complicada situación actual, con ausencia de diálogo y acuerdos -por ejemplo, en Catalunya y en el Estado- es una nueva oportunidad para la política de demostrar su capacidad y su valor como herramienta de transformación social y aumentar así su prestigio o de caer por mucho tiempo en el mayor de los descréditos.
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