FRANCIA volvió a despertar ayer sobresaltada con la amenaza de la violencia yihadista: un hombre fue abatido por la policía gala cuando se acercó a una comisaría blandiendo un cuchillo al grito de “Alá es grande”, justo el día en que se recordaba a las víctimas del atentado cometido hace un año contra el semanario satírico Charlie Hebdo. Ha sido el punto final de todo un año salpicado de acontecimientos violentos que alcanzaron su cúspide con los ataques indiscriminados de noviembre y que han dejado un balance trágico: 148 personas muertas y más de 300 heridas. El impacto de todo ello en la sociedad gala ha sido notable, por un lado porque el efecto de los hechos violentos y de las conmemoraciones y reacciones que las han rodeado han calado hondo en los sentimientos de la ciudadanía francesa y, por otro, porque han llevado a sus dirigentes a adoptar medidas duras para combatir un fenómeno violento global y suicida que encuentra en el fanatismo religioso la bandera que necesita para justificar sus acciones. La reacción del presidente Hollande ha sido progresiva y sus iniciativas se han visto endurecidas a raíz de los atentados de noviembre. Algunas han sido de carácter internacional, como la decisión de reforzar su actividad militar aérea en Irak y Siria contra las fuerzas del autodenominado Estado Islámico, la exigencia de cooperación planteada a sus países aliados o el reforzamiento de la vigilancia en sus fronteras, que han llegado incluso a poner en cuestión algunos aspectos de los tratados europeos relativos a la seguridad interna o la libre circulación de personas. Con todo, han sido las medidas de carácter interno las que mayor polémica han suscitado. El Gobierno de Francia se dispone a adoptar una serie de cambios legales que reforzarán el poder de actuación del Ejecutivo y los cuerpos de seguridad que, en opinión de sus críticos, relegan al poder judicial y pueden cuestionar seriamente la separación de poderes. Todo ello en medio de un intenso debate electoral en el que crece el apoyo a las posiciones excluyentes del Frente Nacional mientras se cuestionan duramente las políticas del Gobierno de Hollande, que curiosamente solo aprueba en los ámbitos directamente relacionados con las políticas de seguridad. Son los prolegómenos de un debate que necesariamente terminará afectando a toda la Unión Europea.