LOS problemas de Dilma Rousseff frente a las acusaciones de corrupción que salpican a su partido y el proceso iniciado para su sustitución en Brasil, la derrota del kirchnerismo frente a Mauricio Macri en Argentina y sobre todo el triunfo de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) opositora en las elecciones venezolanas, de una claridad capaz de condicionar la continuidad del chavismo, cuestionan el eje político y económico que se había venido formando en iberoamérica como alternativa a la omnipotencia estadounidense.

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