Arraigo e incertidumbre
La sola posibilidad de que Gerdau pueda vender Sidenor obliga a analizar el proceso que lleva a una empresa competitiva a depender de las necesidades financieras de una firma alejada de la sociedad en que aquella se inserta
LA falta de concreción de la multinacional brasileña Gerdau sobre sus intenciones respecto a su filial Sidenor, con tres plantas -Basauri, Gasteiz y Azkoitia- y más de mil trabajadores en Euskadi, evidenciada también en la respuesta al requerimiento que le ha efectuado sobre la materia la Comisión de Valores Mobiliarios (CVM), supervisor bursátil brasileño; únicamente puede afectar a la estabilidad de Sidenor y, en consecuencia, a los intereses de la propia Gerdau, también en el caso de que finalmente optase por sacar Sidenor al mercado. Pero la mera posibilidad de que acontezca esa venta obliga ya a analizar el proceso que ha llevado a una firma puntera en siderurgia avanzada hasta aquí, un proceso que comienza incluso antes de su privatización en 1995 y que una década después, en 2005, en plena globalización, culmina con su compra por la multinacional Gerdau, decimocuarta mundial en fabricación de aceros y que ya entonces contemplaba las plusvalías de la operación en el plazo de diez años, es decir, a día de hoy. Que la economía brasileña haya sufrido una ralentización importante y que a raíz de ella la caída del valor de Gerdau en bolsa -cotiza en Sao Paulo, Nueva York y Madrid- empuje a la multinacional a deshacerse de alguno de sus activos, lógicamente de aquellos que le aportarían beneficios, quizá impulsara a sondear el mercado, pero la realidad es que la intención se hallaba ya implícita en la adquisición de Sidenor por Gerdau a pesar de que el 20% de la empresa quedara en manos de algunos de sus anteriores accionistas. No cabe obviar, en ese sentido, que la mitad de la operación de compra del 80% por Gerdau estuviera soportada por el Banco Santander. En otras palabras, una empresa cuyos orígenes vascos se remontan al siglo XIX, con la fábrica Santa Agueda y la creación de S. A. Echevarría en 1901, de profundo arraigo social y que, tras la privatización de 1995 y la apuesta por la I+D, con la creación del centro de investigación siderúrgica, se había convertido en referencia estatal, que además es competitiva en producción y plantilla; iba a depender de las necesidades financieras de una firma alejada de los intereses de la sociedad en la que Sidenor se inserta. Y conviene considerarlo para que, en el caso de que Gerdau acabe confirmando la decisión de vender su filial, esa situación se corrija en evitación de los consiguientes daños que genera la incertidumbre.