cAMBIO histórico de Gobierno de Navarra, y digo de Gobierno, que de lo demás ya se verá, con un largo recorrido por delante y no pocas cosas por resolver. Gobierno al que hay que desearle salud. Porque de su salud, de su bien o mal hacer, va a depender el bienestar o malestar de los navarros y la fortaleza o debilidad de Navarra. Y, pensando así, y no siendo nacionalista, ni nacionalista vasquista ni de los otros, de cajón resulta que no me alinee por tanto con quienes, perdido el poder, o sin haberlo tenido por su ideología o talante, viven ya ansiosos con hallar los mejores y más dañinos descalificativos contra Uxue Barkos, la presidenta, o contra su Gobierno, creyendo que actuando así, solo se les daña a ellos, se provoca o alienta su caída y no resultamos perjudicados los demás. Y no. Y siendo legítimo aspirar a sustituir al actual Gobierno en Navarra, cuando proceda y mediante las urnas, y ahí radica la esencia del sistema democrático, resulta miope considerar la descalificación como el camino para lograrlo, además de desdeñable, contra cualquiera. Lamentablemente, tal proceder contribuirá, pero no será, no ha sido jamás determinante. No lo es, y ya se ha visto con el Gobierno Barcina. Que ha sido descalificado, sí. Que la propia Barcina ha sido atacada con saña, también. Pero, ninguna duda que ello apenas si ha proporcionado a las fuerzas contrarias a UPN, en las últimas elecciones del 24 de mayo, incrementos porcentuales significativos, salvo a Podemos, claro, nuevo en la lid. Ni siquiera al nacionalismo, cuyo aumento porcentual en estas elecciones en Navarra ha sido de poco más del 3%, pasando del 28,7% en 2011 al 31%. Cueste o no admitirlo, la realidad, pura y dura, es que, básicamente, han sido los propios y lamentables errores de UPN, y varios muy graves, los que han propiciado su pérdida del Gobierno y los principales ayuntamientos. Y, negarlo no conduce a mejorar UPN, ni a cambiar su actual situación de pesimismo, indolencia y desnortada. Errores atribuibles en primera persona a la propia expresidenta Barcina, su talante y forma de proceder y gestionar y relacionarse, radicalmente distintos a cuando fue alcaldesa de Pamplona. Y errores de sus equipos gubernamental y de partido. Que, de un lado, han abocado a UPN a su división interna, que subsiste, por negarse a cualquier acuerdo entre las partes pre y poscongresualmente, con posturas jamás integradoras con el sector perdedor. Y, digo, ¿perdedor en un Congreso en el que hubo más votos que votantes?, vamos, ¡ni en una comunidad de vecinos! Del otro, al haber dejado al Gobierno en una soledad política y parlamentaria totales, tras haber echado del propio Gobierno, y además concienzudamente, al PSN, sometiendo así al Gobierno a la ineficacia y a una labor voluntariosa pero estéril, que ha durado tres años. Y, en todo caso, por la realización de una mala política, acorde al perfil de algunos consejeros y consejeras, en sectores muy sensibles y con decisiones claramente rechazables, o sin decisiones justo donde hacían falta, o con decisiones que ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario. Y, más de más, con la aparición de Barcina y su nombre ligados a determinados asuntos vistos socialmente como escabrosos. Los de Caja Navarra, UPNA, circuito Los Arcos, comida en los hospitales y Pabellón Arena los que más.
Y ahora, ¿qué papel le queda hacer a la oposición, más en concreto a UPN? De entrada, no autoliquidarse como tal, mediante comportamientos y declaraciones extemporáneas o rencorosas. Y, de salida, y día a día, haciendo una oposición seria y responsable, y ofreciendo alternativas a los actuales y más importantes problemas de Navarra con soluciones imaginativas y viables, que, a su tiempo, convenzan otra vez al pueblo navarro de que UPN, de oposición nada, que pronto puede volver a gobernar. Y, esto, a nadie se le puede escapar que solo será posible a su vez con una nueva dirección en el partido y un liderazgo que, según decía, hoy no tiene. Nueva dirección y liderazgo, que debiera salir del Congreso extraordinario a celebrar por UPN, trascendental, y que, por todo, nadie debiera seguir intentando manipularlo ni, desde luego, retrasarlo a después de las próximas elecciones generales, como si estuviéramos tratando del reparto del pastel y no, como debe serlo, de aprobar decisiones que vuelvan a hacer de UPN un partido triunfador y gobernante.