LA encíclica del 25 de mayo del Papa Francisco, Laudato si, arremete de forma contundente contra la degradación de la Tierra, a la que llama “casa común”, contra el consumo desorbitado y las desigualdades sociales crecientes; y en general contra las políticas neoliberales y sus consecuencias. Reclama justicia a los poderosos...
Llama la atención el escaso eco de los medios de comunicación al cabo de más de dos meses de su publicación.
Una pequeña síntesis de algunos de sus apartados nos dice que:
Los progresos científicos más extraordinarios y el crecimiento económico más prodigioso, si no van acompañados por un auténtico progreso social y moral, se vuelven en definitiva contra el hombre. Y la tecnología, que unida a las finanzas pretende ser la única solución a los problemas del planeta, es incapaz de ver las múltiples relaciones que existen entre las causas de aquellos y a veces resuelve problemas creando otros.
La degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que modela la convivencia humana actual: que los seres humanos destruyan la diversidad biológica, que degraden la integridad de la tierra y contribuyan al cambio climático; desnudando la tierra de sus bosques y destruyendo sus zonas húmedas, contaminando el agua y el aire, son crímenes contra la naturaleza y por ende contra la humanidad.
Es justo reconocer que la sociedad en general está tomado conciencia de la importancia del respeto al medio ambiente y a la naturaleza y se dan pasos, aunque todavía muy insuficientes, para su corrección. La sociedad es consciente de la imposibilidad de sostener el nivel actual de consumo de los países desarrollados, en los que el hábito de gasto y consumo alcanza niveles inauditos, sin que en general se haya resuelto el problema de la pobreza, ¡del hambre! en el mundo.
Más distancia, nuevas formas Comentado el espíritu de la Encíclica, no es un tópico insistir en que la distancia entre las clases dominantes y los desfavorecidos es cada vez mayor, pero afortunadamente da la impresión que nuevas corrientes están surgiendo con el objetivo, al parecer, de desarrollar nuevas formas de hacer política que conduzcan a una mayor justicia social y respeto a la naturaleza. Todo ello muy unido a la letra de Laudato Si y totalmente antagónico a las políticas neoliberales tan de actualidad en la economía mundial, de aplicación tanto por las corrientes liberales y democristianas como por la mayoría de las socialdemócratas.
Centrándonos en nuestra realidad próxima, parece justo admitir que las políticas sociales de nuestra Comunidad Autónoma, cuyo gasto social ronda los dos tercios del presupuesto anual, son ejemplo dentro del Estado (léase la RGI, AES, etc), aún cuando sin duda nos falta el salto cuantitativo y cualitativo para acercarnos a los niveles de los países nórdicos. Salto que requerirá también de la concienciación de nuestra sociedad en vertientes sociales y su reflejo práctico en la leyes y políticas de Gazteiz.
Por otra parte, y si bien debemos admitir que la situación de la población a la salida de la crisis no es buena, ello debido principalmente al fuerte impacto del paro; y que la falta de vivienda, la necesidad de acudir a comedores de la Cruz Roja... son situaciones humillantes para los necesitados; ello nada tiene que ver, por suerte, con la miseria en la que vive una parte importante de la humanidad, con una mortandad infantil por enfermedades superadas en los países desarrollados que superan los 10.000 niños al día. Y no parece que sea de recibo esgrimir el “!bastante tenemos con lo nuestro!”.
Referencias y realidad Valga como referencia las rentas per capita de algunos países desarrollados comparados con otros no desarrollados:
Año 2014: Alemania, 35.200 euros; Reino Unido, 34.400; Francia, 32.400; España, 23.300 y Euskadi: 30.000. (Todos ellos han sufrido en mayor o menor medida el impacto de la crisis).
Ano 2.013 (últimos datos): Kenia, 995 euros; Tanzania, 670 y Etiopía, 380. (Efectivamente, los precios de compra no son en general equiparables, pero las diferencias son abismales).
No obstante estas cifras, la realidad nos dice que casi todos los gobiernos, autonómicos, central o europeos han reducido las ayudas al Tercer Sector -organizaciones sin ánimo de lucro que trabajan en ayudas sociales, cooperación y desarrollo- justificándose en la crisis. Y quiero creer que nuestra sociedad en Euskadi es solidaria con los desfavorecidos y se sentirá orgullosa de que nuestras entidades públicas donasen el 0,7% de sus presupuestos, propuesto por Naciones Unidas y aplicadas solo por algún país nórdico. Ello contribuiría al desarrollo de los países pobres, ayudas a refugiados, emigrantes...
Nadie duda de que nuestra aportación solo significaría un grano de arena ante las necesidades del llamado Tercer Mundo, pero desde el mundo de la cooperación, cuando se viaja al Sur, es posible comprobar con tristeza que todo sigue casi igual, aunque ese casi suponga que durante el último año hayamos alimentado, educado y prestado atención médica básica a varios cientos o miles de niños (y en muchos casos salvado sus vidas).