La cuenta imposible para los catalanes
EL tópico de la racanería del catalán tiene como extensión lógica y genérica la tradición del ahorro y, un paso más allá, la gran capacidad para llevar las cuentas al día y al céntimo. Pero hay una cálculo que se resiste a los mejores contables políticos del país. Es el del resultado previsible y con alto nivel de acierto en las elecciones del 27 de septiembre, que Mas ha convocado como autonómicas ordinarias sobre el papel para evitar la amenaza de impugnación que ya lanzó Mariano Rajoy.
Entre las opciones que se presentan son radicalmente opuestas al reconocimiento y el ejercicio de la soberanía se hallan el PP, Ciudadanos y ahora, ya sin ambages, lo que queda del Partit dels socialistes-PSOE, aunque su líder, Miquel Iceta, ha asegurado que no hará ningún pacto con los otros dos unionistas por los ataques de ambos a las señas de identidad del Principat, lengua incluida, y por la política de recortes de los todavía gobernantes.
En posición ambigua, defensores de la autodeterminación pero negociada y dentro de la ley, aparecen los dos extremos: la democristiana Unió de Duran i Lleida, que se ha quedado con las siglas, y la izquierda revolucionaria de Podemos-Iniciativa-Izquierda Unida, bajo el nombre Catalunya sí que podem (Catalunya sí podemos). Pablo Iglesias, en días recientes, pasaba de declarar en Madrid que para celebrar un referéndum habría que cambiar la ley, a decir en Barcelona “aceptaremos la voluntad de los catalanes”. Joan Herrera, su socio de una ICV-EU que parece condenada a la disolución en el bloque, afirma pese a todo que el resultante es “el PSUC del siglo XXI”.
Recordemos que el Partido Socialista Unificado de Catalunya fue la sólida formación de la resistencia y la transición, bastante (si no del todo) independiente del PCE, eurocomunista cuando el partido del Estado era fiel al “socialismo real” de la URSS, entre otros diferenciales.
La amalgama no ha conseguido, finalmente, integrar el Procés constituent (Proceso constituyente) creado por la monja exclaustrada Teresa Forcades y el prestigioso luchador social internacional Arcadi Oliveras. El grupo, decididamente independentista, decidió en asamblea que tampoco se presentará en solitario.
Todos juntos constituyen el rival a superar por la gran coalición que ha escogido el nombre de Junts pel sí (Juntos por el sí), que en caricatura acertada de la derecha se ha definido como una mezcla de políticos, no políticos y mediopensionistas. Entre los primeros, con el exeuroparlamentario claramente de izquierdas Raül Romeva a la cabeza, la Convergència (CDC) del president, los republicanos (ERC) de Oriol Junqueras, y diversos alcaldes; con los añadidos de los disidentes de UDC, ahora Demócratas de Catalunya, los escindidos del socialismo oficial (Avancem, Més, etc.), las plataformas sociales Asamblea (ADC), Òmnium Cultural y Asociación de municipios por la independencia -a la que se ha adherido Castelldefels, tras la derrota del anterior gobierno local del PP-, Súmate (plataforma constituida por hispanohablantes, inmigrantes o hijos de la inmigración) y personalidades de gran carisma popular como Lluís Llach o Pep Guardiola, que ocupará el honorífico último lugar en la candidatura por Barcelona. A todos ellos cabe sumar, a efectos de secesión, la Candidatura de Unidad Popular, radical, que sería identificable a Podemos salvo por su decidida defensa de la separación, que es el factor decisivo para no sumarse.
El objetivo es alcanzar los 68 escaños de la mayoría absoluta en el Parlament -si es posible superarlos; todavía mejor- y la mayoría de los votos directos para empezar a crear las estructuras de Estado y los movimientos para conseguir, contra toda la oposición estatal e internacional, una constitución de la República Catalana y someterla al referéndum definitivo.
La táctica del miedo unionista ya se ha lanzado. El primero, el ministro de Justicia español -que paradójicamente se apellida Catalá- con la aplicación del artículo 155 de su Constitución, que ampara la suspensión de la autonomía de una comunidad. El rey Felipe VI, en Barcelona y en el acto del final de curso de la escuela de jueces, situado al lado del president, lanzó aquello ya sabido del imperio de la ley, que viene a ser lo mismo con otras palabras. Y Rajoy ha anunciado que trabajará políticamente, a costa de vacaciones, en el Principat, para intentar convencer a los dudosos de la bonanza de la españolidad.
Con toda la suma de factores, con la dispersión y fusiones de candidaturas, la cuenta sigue siendo imposible. Nadie duda de que los convergentes tibios tendrán la tentación de apoyar a Duran, y hasta a Ciudadanos. Como los independentistas de Iniciativa y los del Procés la tendrán de apoyar a los del sí o a la CUP. Hasta ha habido un concejal del PP procedente del Aragón oriental que dimitió después de declararse a favor de la secesión. Y si los militantes en partidos y similares aparecen divididos, qué decir de los ciudadanos, que reciben indecisos, y hasta confusos, llamadas tan contradictorias como radicales.* Periodista