El rescate fue una ‘chapuza’
“Si precisas una mano, recuerda que yo tengo dos”, decía San Agustín. Pero, claro, este consejo de poco o nada le sirve a quien peca de soberbia. En este caso me refiero a Marruecos. Han pasado varias horas desde que Juan Bolívar, el único espeleólogo superviviente de la tragedia ocurrida en las montañas del Atlas, diera su versión y todavía me siento conmocionado. Además de colérico, indignado y cuantos sinónimos se puedan añadir, pues lo ocurrido no tiene nombre. Es obvio que este hecho conlleva responsabilidades penales. Pero, ¿a quién atribuírselas? ¿A España, a Marruecos o a ambos? Es bien sabido que el ministro de Asuntos Exteriores, García-Margallo, se encuentra aún muy molesto por la visita que Zapatero hizo al Sahara por invitación expresa de Marruecos. E igual de sabido es que, estos le invitaron para fastidiar a España. En petit comité se sabe que la relación entre ambos países no anda demasiado sobrada. Cualquier desaire haría sonar las alarmas. Y en esta situación de falsa amistad se encontraron los espeleólogos cuando pidieron ayuda. Las dos muertes son, en definitiva, el resultado de una enemistad soterrada que mantienen dos países vecinos y que prefieren anteponer su orgullo a salvar vidas humanas.