Días atrás nos decías: “El euskara me la suda”. Necesito trasladarte que desde que escuché esas palabras de tu boca resuenan en mi interior como un eco del que me quiero librar y por eso te escribo. Primero porque lo dices en la casa del euskara y segundo porque es el idioma materno de tus hijas. Porque por más que lo intento no veo la raíz de semejante desprecio. Son muchas las personas que han estado en la cárcel, incluso han muerto, por el simple hecho de defender algo tan inocuo como una lengua. Te presento al euskara. Una lengua despreciada por sus vecinos en aras de constituir países monolingües donde no tienen lugar otros idiomas que no sean el francés o el castellano. A sangre y fuego. La historia así lo dice. El euskara es la lengua propia de los vascos y como todo lo propio es amado por ellos. Es fácil de entenderlo; tú amas primero a tu familia y después, si quieres, a la de otro. La situación actual es el resultado de un linaje histórico. El euskara rinde pleitesía a esas dos lenguas modernas que han conseguido dicho estatus alterando sus límites con conquistas de dudoso contenido humano y de empatía. Mientras el euskara ha cedido terreno poco a poco a lo largo de los siglos, otras lenguas lo han ganado. Será el carácter amable de los vascos que no han tenido la necesidad de hacer a los demás a imagen y semejanza de uno mismo. Es decir, de imponerlo a otras comunidades vecinas. Hoy en día pretendemos recuperar el lugar de antaño. El que nos corresponde. Y para eso están las ikastolas. Y para eso necesitamos la comprensión de quién no conoce nuestra lengua. Por eso te escribo. Realmente nos fatiga tener que pasar al castellano siempre que hay gente que no lo entiende. Y no lo entiende, no porque lleva una semana viviendo en Euskal Herria, sino porque lleva años viviendo aquí y no le interesa aprenderlo. Y yo me pregunto: ¿hasta cuándo vamos a ser unos mal educados? No conozco ningún vasco que no sepa castellano o francés. Y muchos hablamos además otros idiomas. Estamos abiertos porque somos gente consciente. Por la historia que nos ha tocado vivir. Porque a partir de preservar y respetar lo nuestro, nos abrimos a un mundo en el que comprendernos es lo más importante.
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