Le doy la enhorabuena, sí señor, porque usted considera que el despido libre es un grave pecado. Pero eso se lo traslada también al desastroso gobierno que padecemos, y de paso lo comenta con los miembros de la Conferencia Episcopal Española. Pero no se quede corto, y denuncie los abusos de este sistema neoliberal que machaca a la gente. Condene a los grandes magnates que se embolsan miles de millones sin pestañear y niegan a los trabajadores el pan y la sal. Proteste por la corrupción que invade el tejido político. Por los recortes vergonzosos en educación, sanidad, ayudas sociales y derechos de los trabajadores. Por el endurecimiento de las leyes de orden público. Por el abuso de las entidades financieras que reciben millones sin límite del erario público y desahucian a la gente sin la menor consideración. Por el recorte de las pensiones y el aumento de la edad de jubilación. Por los contratos en precario y los sueldos de miseria. Por los cinco millones de parados sin esperanza. Porque solo van a la cárcel los pobres, mientras que a los de guante blanco ni se les toca. Grite usted contra tanta injusticia y no se olvide de que la ley de Dios tiene diez mandamientos, cosa de la que ustedes, los que se dicen sus portavoces, se olvidan constantemente.
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