EL sorpresivo anuncio por el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, de una reducción de los tipos de interés al histórico 0,05%, lo que sitúa el precio del dinero en los niveles más bajos conocidos hasta la fecha, y de la puesta en marcha en octubre de una compra masiva de deuda financiera vinculada a préstamos e hipotecas tiene tanto de impulso como de preocupación ante la zona de incertidumbre en que ha entrado el crecimiento de la economía europea. De hecho, el propio Draghi lo admitía al asegurar que en política monetaria el BCE ha “tocado suelo” y que de necesitarse cualquier futura intervención sería cualquier cosa menos convencional, aunque quizás tenga algo que ver en esa descripción el hecho de que la decisión adoptada por el BCE no tiene la característica de unánime y cuenta con la resistencia al menos de Alemania. De todos modos, se antoja claro que el BCE intuye que la economía no remonta como debiera. Las previsiones del IPC de este año ya han sido corregidas a la baja (0,9%) e incluso hasta después de 2016 no se prevén crecimientos del 2%, por debajo aún de lo que históricamente se ha venido considerando necesario para que tenga traducción en la economía real, e igualmente se han retocado mínimamente las previsiones de inflación. Convendría, por tanto, matizar mucho los anuncios de bonanza y recuperación que se vienen lanzando públicamente desde algunas instituciones, especialmente desde el Gobierno del Estado, y que corren el riesgo de confundir a un ciudadano al que esta última rebaja de tipos tampoco afectará apenas por cuanto es cuantitativamente muy corta (del 0,15% al 0,05%) pese a marcar un mínimo histórico. La realidad es que Draghi y el BCE tratan de reforzar una economía aún vacilante y, por segunda vez en el último año y acompasando con cautela sus medidas a la voces que venían hace tiempo exigiendo un viraje de las políticas económicas, inician un camino similar al que la Reserva Federal estadounidense emprendió hace ya seis años, casi al inicio de la crisis. Pero el aumento de la capacidad crediticia y el impulso a las exportaciones hacia Asia y EE.UU. mediante la caída del euro frente al dólar no conllevan, al menos de momento, un relajamiento de los costes sociales que aún sigue provocando el reajuste económico.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
