Es lo que se le debe pedir al obispo de Bilbao, y a todos sin excepción, cuando hablan de restañar la dignidad humana herida. Acaso le ha pasado desapercibido que quienes bombardearon su pueblo, Gernika, Durango y todo lo que estuvo a su alcance, están siendo homenajeados estos días, sin que ni delegados del Gobierno ni nadie con legitimidad estatal levante una voz. El Dios de los hebreos, mahometanos, hindúes, etc., a la vista está, exige a los ajenos pedir perdón con humildad y conversión, pero no les da a los suyos el don que usted dice para que pidan perdón a los otros. No repase usted la historia desde cuando le interesa. La violencia y el terror no comenzaron, como usted dice, hace medio siglo sino hace 78 años, en 1936. Los alemanes tuvieron la dignidad de la que usted habla de pedir perdón por lo que a ellos les competía, pero quienes iniciaron y mantuvieron el conflicto jamás pidieron perdón, porque su Dios no se lo ha exigido nunca. Pero hoy día quienes no quieren, ni se atreven a condenar el embrión de la violencia, se sienten autorizados, incluso por Dios, para exigir a los demás la gallardía que ellos nunca han tenido de pedir perdón. Parece que, más que un Dios para todos, tenemos un Dios para cada ocasión. La sociedad euskaldun ya se ha manifestado clara y reiteradamente sobre ETA. No se aprovechen de la postura de unos pocos para marear la perdiz, porque en el fondo no es más que una disculpa de la intolerancia de la una, grande y libre a que otros ciudadanos no se sientan identificados. Es usted claro sobre política penitenciaria, “el que la hace, la paga”, pero que no les castiguen más de lo merecido. Olé.