TRAS los días de dolor, emoción y merecido homenaje por la desaparición de Iñaki Azkuna, Bilbao ha enfilado con la necesaria rapidez la nueva etapa que se le abre a la capital vizcaina ya sin el mejor alcalde del mundo. Un hueco imposible de llenar dada la personalidad tanto humana como política de Azkuna, pero cuyo modelo de ciudad, de necesidad de diálogo, de respeto a la pluralidad, de moderación y de firmeza frente a cualquier tipo de imposición e intransigencia deben estar asegurados en la nueva etapa que se abre en su ausencia. El hecho de que el relevo en la Alcaldía se produzca en la persona del veterano edil Ibon Areso -con toda seguridad, la persona que mejor conoce el Ayuntamiento y la última transformación de Bilbao, de la que ha sido uno de sus principales artífices- es una garantía de que el legado de Iñaki Azkuna mantendrá su impronta en lo que queda de legislatura. Bilbao no se puede detener pese a que transcurrirá mucho tiempo en el que se seguirá llorando a Azkuna, y tampoco debe cambiar en lo fundamental el diseño establecido. Ya en su toma de posesión el pasado viernes, Areso dejó claro que su labor será continuista, algo plenamente lógico y que no rebaja un ápice el trabajo a realizar. El planteamiento estratégico que se realizó al inicio de la legislatura, y cuyo éxito es indudable, se pensó para los cuatro años y debe cumplirse en todos sus términos. Por otra parte, el propio perfil político, técnico y personal de Ibon Areso, su inagotable capacidad de trabajo y su amplia experiencia aseguran una gestión que será eficaz en la medida que cumpla con las expectativas, incluido el trabajo crítico y constructivo de la oposición. También el equipo del que se ha rodeado supone, en sí mismo, un blindaje de que el futuro se cimenta sobre el presente. Tanto en su investidura como en su primera entrevista como alcalde que hoy publica DEIA, Areso ha fijado sus prioridades, que no son otras que el servicio a las personas, la creación de empleo, la salida de la crisis y la continuación de la transformación de Bilbao. En definitiva, una ciudad humana, abierta y viva. Sin duda, los más de veinte años de servicio a Bilbao le servirán para cumplir su programa. También esa máxima que lanzó el viernes y que era santo y seña de Azkuna: "Ahora, a pisar más calle y a oír las propuestas y requerimientos de los vecinos". Es el mejor programa municipal.
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