16/I/2014. Temporada de ABAO-OLBE. Francesco Cilea, 'Adriana Lecouvreur'. Ainhoa Arteta, Luciana D'Intino, Bruno Ribeiro, Luca Salsi, Stefano Palatchi, Francisco Vas, Marta Ubieta, Nuria Lorenzo, Miguel Ángel Arias, Manuel de Diego. Coro de Ópera de Bilbao. Orquesta Sinfónica de Bilbao. Director musical: Fabrizio Carminati. Director de escena: Lorenzo Mariani. Directora de escena de la reposición: Eleonora Gravagnola. Coreografía: Igor Yebra. Producción: Teatro San Carlo di Napoli.
Suele decirse que la Adriana Lecouvreur (1902) de Francesco Cilea es una ópera verista, pero la poética del teatro clásico francés se lleva mal con los excesos melodramáticos de esa escuela. Por eso en Adriana el lirismo y la melancolía se elevan sobre las bajas pasiones. El drama sentimental y el marco estético de la Comédie Française articulan una obra de refinados contornos melódicos y gran intensidad teatral, hilada por motivos conductores muy sencillos pero sumamente eficaces. Como en el texto original de Eugène Scribe y Ernest Legouvé, la representación de la vida entre bastidores del teatro aporta matices cómicos a la tragedia. Lo de menos son las intrigas políticas, nunca realmente aclaradas por el imposible libreto de Arturo Colautti.
Pero no es solo eso. El valor de una ópera suele tener bastante que ver con los cantantes que se interesan por ella y Adriana debe mucho a varias de las sopranos más importantes del siglo XX. Dos de ellas la cantaron en Bilbao: Renata Tebaldi y Mirella Freni. Ainhoa Arteta recoge su testigo en un momento de absoluta plenitud artística y vocal, con todos los recursos musicales y expresivos necesarios para delinear una Adriana de primer nivel. Dio acentos líricos al aria Io son l'umile ancella y se entregó en cuerpo y alma al enorme dramatismo que recorre la partitura en la sobrecogedora escena de las flores.
Bruno Ribeiro fue un lunar tremendo para la función, y no realmente por voz, que la tiene y francamente buena para su papel, sino por canto y estilo: engolamientos, problemas de afinación y fraseo primario en un Maurizio de expresividad cero. Luciana D'Intino retiene tras mucho tener. No es la gran mezzo que fue, pues su voz ha perdido en esmalte e igualdad, pero en su Princesa de Bouillon hubo temperamento y resplandores de canto italiano de vieja escuela. Luca Salsi destacó en Michonnet con una emisión limpia y un fraseo muy cuidado. Estupendos también los secundarios, fundamentales en esta ópera.
Fabrizio Carminati ofreció desde el foso una lectura dinámica e incisiva en la que la tensión crecía de forma gradual pero implacable. Llevó muy bien a la Sinfónica de Bilbao, con la que logró instantes de formidable intensidad dramática. En esa línea, la escena de Lorenzo Mariani y Eleonora Gravagnola, perfectamente clásica, dio continuidad a la acción sin moverse ni una pizca del ambiente que podía vivirse en el París de inicios del XVIII. Puede que haya producciones más innovadoras, pero en esta Adriana la música tuvo la suerte de poder hablar con total libertad.