LOS trabajadores y los empresarios vascos se enfrentan a partir de hoy a un escenario inédito en la historia de las relaciones laborales en Euskadi. Los convenios que han venido regulando las condiciones de más de 300.000 trabajadores dejan de tener efecto tras concluir ayer la prórroga que establecía la reforma laboral puesta en marcha por el Gobierno español hace un año. Durante este periodo de doce meses, la patronal y los sindicatos, que representan a miles de empresas y a centenares de miles de trabajadores, han sido incapaces de alcanzar un acuerdo que pudiera reencauzar las relaciones laborales mediante un marco que regule las condiciones, derechos y deberes de empresas y empleados. La consecuencia fundamental de esta situación es que la mayor parte de los trabajadores vascos pasan a partir de este momento a estar sujetos a una regulación en muchos casos radicalmente distinta, de ámbito estatal y que empeora en general sus condiciones e incluso en el peor de los casos puede rebajar su salario de forma sustancial, ya que podrían quedar con la única referencia del salario mínimo, establecido en 645 euros. Es lo que se ha venido definiendo como el abismo laboral al que se enfrentarán miles de trabajadores, ajenos en la inmensa mayoría de los casos a las estrategias y planteamientos de patronal y sindicatos -tampoco unitarios, en ninguno de los dos bloques- en una negociación que, a la vista está, ha sido en realidad inexistente. Ni siquiera la mediación a última hora del lehendakari Iñigo Urkullu ha servido para llegar a un acuerdo que, a los ojos de la ciudadanía, parecía inexcusable. Descartado el pacto -que, vista la actitud adoptada, no interesaba por distintos motivos ni a Confebask ni a ELA-, las relaciones laborales en Euskadi entran en una nueva era, desconocida y por tanto llena de incertidumbre, que creará gran inseguridad y probablemente una confrontación que genere una alta conflictividad que en nada beneficiará ni a las empresas ni a la sociedad en su conjunto. Sin embargo, nada es inevitable. Solo queda una vía para impedir un deterioro generalizado de las relaciones que, además, dificulte la salida de la crisis, y no es otra que el diálogo y el acuerdo. El abismo ante una situación nueva, complicada y que genera inseguridad, debe atajarse mediante la cordura y la sensatez por parte de todos.