LA propuesta realizada por la Diputación Foral de Gipuzkoa, que preside Martín Garitano (Bildu), de implantar peajes de uso de determinadas carreteras del territorio a abonar por aquellos no residentes en el mismo adolece de una falta de concreción que, más de dos años después de que se iniciara el análisis y el debate de esa posibilidad, se antoja imprescindible subsanar. Solo de la concreción y, por supuesto, de un imprescindible cotejo con las instituciones de los demás territorios que aún no se ha producido puede resultar un análisis certero sobre una medida que a día de hoy no tiene más explicación que el mero afán recaudatorio del Ejecutivo Garitano. Se deduce así, por ejemplo, del hecho de que Gipuzkoa tenga ya un cálculo de ingresos al haber definido la cantidad a abonar y desde cuándo -los hasta 25 euros de peaje mensual que los conductores procedentes de Bizkaia, Araba y Nafarroa deberían pagar a partir de octubre de 2014- tras determinar la probable afluencia de vehículos en las carreteras (N-1, N-121-A, A-15 y GI-632) en que se aplicará el peaje y sin embargo no haya avanzado en la definición del sistema con que este se efectuará. Pero, además, la propuesta también presenta otras aristas, entre las que no son las menos acusadas su carácter unilateral y algunas incongruencias que lleva implícitas, consecuencia de contrastar en la praxis de la responsabilidad de gobierno el modelo político radical ejercido durante décadas. Por ejemplo, respecto a la abierta oposición que la izquierda abertzale realizó a la propuesta de implantar peaje en una sola carretera, la N-1 a su paso por Etxegarate, que barajó el anterior gobierno foral. O el incumplimiento de la promesa de no implantar dicho peaje que en setiembre de 2011 realizó personalmente la actual diputada foral de Movilidad, Larraitz Ugarte, en su reunión con el sindicato de transportistas Hiru. Pero también, en un plano más ideológico, respecto a la vertebración de Euskadi como país, creando diferencias entre territorios que no la fomentan sino que, muy al contrario, incluso llegan a crear contradicciones políticas internas, como se desprende de la abstención la semana pasada de los representantes de Bildu en el Parlamento de Navarra respecto a la propuesta que su misma formación impulsa en Gipuzkoa.