EL PP se enfrenta, ya sin excusas, a la detención del que fuera gestor del partido durante veinte años, custodio de los secretos de su entramado contable y figura de confianza de la cúpula popular desde que Manuel Fraga lo recuperara para el cargo en una tarea en la que recibió el beneplácito de los sucesivos presidentes, entre ellos, Rajoy. El hecho de que Bárcenas abandonara su cargo de senador, su militancia y su puesto de trabajo después de que se le vinculara a la trama Gürtel, no exonera al Partido Popular de la gran responsabilidad de dar cuenta de estos hechos ante la opinión pública. Aún hoy, Rajoy no ha sido capaz de dar una explicación convincente sobre cómo un tesorero ha podido acumular decenas de millones de euros de patrimonio personal realizando tareas que, aparentemente, estaban a la vista de los cuadros directivos del partido de la calle Génova. Tampoco ha podido aclarar qué hay de cierto en las fuentes de financiación "paralelas" de las que ha gozado el PP a pesar de que estén aflorando testimonios de empresarios confirmando las mordidas y las contraprestaciones que generaban. Ni siquiera, aún hoy, ha habido acto de contrición después de que los medios de comunicación hayan dado buena cuenta de los sobresueldos en B, una práctica tan común que muchos cargos y excargos han terminado por admitirlos sin ningún rubor. Si bien el encarcelamiento de Luis Bárcenas es fruto de las investigaciones que parten de la red Gürtel, todo indica que el caso Bárcenas es la matriz de una red de contrataciones irregulares, empresas satélite, compensaciones económicas y regalos astronómicos con tentáculos en las administraciones autonómicas en las que gobierna el PP (véase el caso de Valencia o Baleares), La Moncloa, la sede de Génova e incluso en la Casa Real, si se confirman algunas de las informaciones que relacionan a la amiga del rey con Gürtel. Que diez de los 55 parlamentarios del PP valenciano en aquellas Cortes estén imputados en algún caso de corrupción da la medida de lo que está aflorando. Años de impunidad, de buscar en la política el aprovechamiento personal y la financiación de las mastodónticas estructuras internas y la generalización de estas prácticas en los dos partidos que se alternan el poder en España indica que su sistema está necesitado de un proceso catártico que limpie el escenario de la corrupción.