LAS declaraciones del dirigente socialista Rodolfo Ares en las que cuestiona las posibilidades de avance de la Ponencia de Paz y Convivencia y aboga por paralizarla -con el anunciado objetivo de conceder un periodo de reflexión a EH Bildu para que esta coalición asuma el suelo ético consensuado por PNV, PSE y PP- no hacen sino contribuir a la confusión que empieza a cundir en el seno de la sociedad vasca en torno a los diálogos políticos sobre pacificación. Aun sí se considera que EH Bildu sigue sin asumir bases éticas irrenunciables para otras formaciones e incluso que su discurso y actitudes en los últimos tiempos parecen haber ralentizado su imprescindible evolución, no puede obviarse que es precisamente en foros como el de la propia Ponencia donde, sin renuncia a la máxima exigencia ética, se deben fomentar, encauzar y ampliar los consensos primarios respecto al rechazo del empleo de la violencia y el respeto máximo a los derechos humanos. Es más, convocada la próxima reunión de la Ponencia para el próximo 13 de setiembre, la alocución de Ares emplazando a "reflexionar y esperar" hasta entonces se antoja tan gratuita como innecesaria, especialmente si las convocatorias se han establecido en un formato que debería garantizar cierta discreción y evitar declaraciones públicas que no contribuyen a acercar posturas sino más bien al contrario. Todo esto, que contrasta además con las consideraciones positivas en torno a las posibilidades de avance, en paralelo, del Plan de Paz y Convivencia realizadas ayer por el portavoz del Gobierno vasco, Josu Erkoreka; lleva a considerar que tras esa pose del PSE existen otros condicionantes menos públicos y más políticamente privados. Y que son estos los que provocan los bandazos que se vienen produciendo en lo que debería ser el trayecto hacia la paz definitiva, bandazos que por cierto también se han dado -o provocado- en otros procesos similares. En cualquier caso, si los más de dos meses hasta la próxima convocatoria de la Ponencia sirven no ya para reconsiderar sino siquiera para matizar posturas que hoy se antojan hasta cierto punto recalcitrantes en ambos extremos, incluso la innecesaria acotación pública de Rodolfo Ares habrá merecido la pena.
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