LA puesta en marcha por el Departamento de Educación en los próximos meses del Plan Estratégico para la Coeducación y la Prevención de la Violencia de Género en el Sistema Educativo vasco supone el primer paso de un cambio fundamental en las políticas de género y contra la violencia machista al situar en el ámbito educativo la responsabilidad principal en la erradicación de las actitudes de desigualdad que se encuentran en el origen de dicha violencia. No solo porque dichas conductas desgraciadamente se siguen haciendo patentes en las nuevas generaciones sino también porque, en lugar de interpretarlas como la manifestación de un problema más profundo que es necesario atajar desde sus más incipientes síntomas, durante décadas han sido bien ignoradas, bien afrontadas como desviaciones individuales no resultantes de la desigualdad enraizada en la sociedad y, por tanto, no han sido tratadas en su verdadero origen. Basta constatar que más de una tercera parte de las víctimas de la violencia machista son aun hoy mujeres jóvenes de menos de 35 años para comprender que las carencias en la concienciación de la igualdad están extendidas incluso entre quienes han nacido en una sociedad teóricamente menos discriminatoria y más respetuosa con el diferente. Es por ello que, alcanzada sin embargo una conciencia mayoritaria ante la certidumbre de que el incremento de los sistemas de seguridad y de las medidas punitivas e incluso la extensión de la prevención únicamente logran paliar hasta cierto punto un problema de características y alcance dramáticos; se antoja imprescindible implantar una perspectiva integral de educación en la no violencia, basada en la idea de la igualdad y la consideración del otro que incluya asimismo la perspectiva de género y tome en consideración las ya estudiadas similitudes entre la violencia machista y el acoso escolar como principales modelos de imposición violenta existentes en nuestra sociedad. Y ello solo es posible si se empieza a evitar la diferenciación por cuestión de género en la expectativas depositadas sobre los alumnos y se insertan en el programa educativo y desde la primera edad herramientas y materias que contribuyan a fomentar, siquiera con el horizonte del medio plazo, el respeto a los derechos de los demás.