Estrategia de tensión
La izquierda abertzale somete a la sociedad vasca a una crispación propia de tiempos que dice superados mientras alienta el enfrentamiento y exige incumplir una legalidad en la que se ha integrado y que cumple allí donde le corresponde gobernar
LAS conductas y declaraciones de la izquierda abertzale al resistirse en Ondarroa a la detención de Urtza Alkorta por la Ertzaintza, en cumplimiento de una orden de arresto emitida por la Audiencia Nacional, solo pueden considerarse parte de la dramática, insensible e irresponsable actitud que se pretendía superada por quienes han sido capaces de justificar durante décadas la violencia como método para alcanzar objetivos políticos. En primer lugar, el caso de Urtza Alkorta presenta una diferencia nada sutil respecto a alguno inmediatamente anterior en el que la izquierda abertzale se ha rebelado de forma pasiva a la detención de acusados por su pertenencia a estructuras políticas, ya que Alkorta enfrenta una condena firme de cinco años de cárcel del Tribunal Supremo por realizar "algunas actividades de correo, información y acompañamiento" de un comando de ETA. En segundo lugar, el lenguaje utilizado por los portavoces de la izquierda abertzale, tanto con anterioridad como tras la operación policial con que se procedió al cumplimiento de la orden de arresto también, ha añadido dosis de crispación. Ha sido, en realidad, interesadamente beligerante frente a la Ertzaintza, a la que pese a la pulcritud de los métodos utilizados se desea deslegitimar al equipararla a las FSE, en una estrategia tan injusta como harto conocida en las épocas más violentas, y aislar socialmente al someterla a una insensata tensión propia de tiempos que dicen superados los mismos que mientras tanto alientan el enfrentamiento. Con la incongruencia añadida de esgrimir esa superación de la confrontación como motivo para exigir un injustificable incumplimiento de las leyes y órdenes judiciales. Y, en tercer lugar, con esa exigencia, la izquierda abertzale que aspira a gobernar el país y, por tanto, a desarrollar, cumplir y hacer cumplir las leyes, pretende que quienes ostentan hoy esa responsabilidad ignoren la legalidad en que la propia izquierda abertzale ha decidido integrarse e incluso que incumplan resoluciones judiciales en firme cuando ella misma, allí donde le ha correspondido gobernar, ha procedido paulatinamente al cumplimiento de otras que no hace tanto tiempo achacaba a aquellos a los que señala hoy.