LA reivindicación del movimiento feminista vasco y la iniciativa política de dos parlamentarias que pertenecían a Euskadiko Ezkerra hizo posible que la Cámara de Gasteiz aprobara la creación de un organismo público que defendiera los derechos de las mujeres y trabajara en la erradicación de los obstáculos que impedían (y siguen impidiendo) el avance de la igualdad. La proposición de ley fue presentada de manera conjunta por todos los grupos y aquel consenso en torno a la necesidad de aglutinar esfuerzos en este objetivo que afecta al total de la ciudadanía ha seguido manteniéndose en torno a la tarea que desempeña Emakunde. Un consenso sin duda insólito y ejemplarizante en la siempre fragmentada política vasca. El Instituto Vasco de la Mujer, Emakunde, ha cumplido ya 25 años. Con su creación, Euskadi se situaba en la vanguardia de las políticas públicas en este ámbito, toda vez de que los organismos internacionales -en especial, la ONU con las recomendaciones de la Conferencia de Nairobi de 1985- planteaba la necesidad de crear estructuras específicas que trabajaran con este fin. La institucionalización de la lucha por la igualdad supuso un ajuste delicado en relación al movimiento feminista que vio cómo gran parte de su agenda se convertía en el plan de trabajo de los organismos públicos aunque, visto con la perspectiva del tiempo, solo los gobiernos que han sido permeables a las demandas del tejido asociativo se han ganado el prestigio y la referencialidad imprescindibles para avanzar en esta tarea. Uno de los grandes aciertos de Emakunde tiene que ver con su propia configuración, el hecho de ser un organismo de impulso que obliga a todas y cada una de las instituciones a asumir su parte en la tarea, cada cual desde sus competencias. Y la otra es comprobar que los planes y las medidas que ha impulsado (desde la prevención del maltrato, la educación no sexista, los fondos para evitar la exclusión o el fomento del empleo) forman parte de la vida diaria de miles de mujeres y hombres. Incluso las cuotas que plantea la Ley de Igualdad, tan controvertidas para algunos sectores, han sido aceptadas con naturalidad y han hecho posible un espectacular avance en la presencia de mujeres en la política. 25 años son una anécdota que no resuelve la titánica tarea de contrarrestar el peso de la historia. Pero en este tiempo, no hay duda de que se han fijado los pilares para que Euskadi pueda abanderar este desafío.
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