TANTO las distintas formas de medir el paro como la realidad social que se vive en Euskadi coinciden en confirmar que el último lustro ha sido el de la peor evolución del desempleo desde la gran crisis que desmanteló buena parte del tejido industrial vasco en los años 80. Los datos de Lanbide en cuanto a número de inscritos son claros: 178.000, apenas diez mil menos del récord histórico (188.300) de personas en las listas de desempleados de 1988. Y la Encuesta de Población Activa ya sitúa la tasa de desempleo en la CAV en el 16%, que sin llegar al 21% de los peores momentos de hace tres décadas duplica la de hace cinco años. Si además se añade que las previsiones económicas y de creación de empleo para el año en curso no son ciertamente nada halagüeñas, las imprescindibles políticas -inversión, innovación, internacionalización y (re)industrialización- de activación económica que pretenden traducirse también en empleabilidad a partir de 2014 precisan de un antecedente inmediato en forma de incentivación de nuevos puestos de trabajo, algo que urge especialmente para aquellas capas de población -jóvenes (casi la mitad de los menores de 25 años se encuentran en paro), mujeres y parados de larga duración- más afectadas. La presentación ayer por el lehendakari Iñigo Urkullu del Programa de Reactivacion del Empleo y la dotación del mismo este año 2013 de penurias presupuestarias con 281 millones de euros así como el nuevo fondo de financiación para pymes y autónomos por 600 millones da medida del nivel prioritario que concede el Gobierno vasco al problema en un intento de dar respuesta urgente a lo que por otro lado es la principal demanda social. Un intento que obliga a superar diferencias políticas o diatribas sobre el detalle de la confección presupuestaria. Porque la posibilidad de que se incentive la creación de 12.711 empleos y se ayude al mantenimiento de 42.185 puestos de trabajo, de los que el 78% corresponderán a autónomos y pymes, durante el presente ejercicio lograría incluso invertir una tendencia que el pasado año llevó a la destrucción de más de cuarenta mil empleos en la CAV y favorecería siquiera un primer repunte del consumo y una reparación de la confianza, terreno en el que sembrar la semilla de la reactivación.
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