LA confirmación ante la Comisión de Asuntos Europeos y de Acción Exterior del Parlamento Vasco del mantenimiento por el Gobierno Urkullu de las seis delegaciones vascas en el Exterior -ante la UE, en Estados Unidos, en México, para Argentina y Mercosur, en Madrid y para Chile, Perú y Colombia- presenta el riesgo de desatar interpretaciones interesadas respecto a la relación entre inversión y necesidad de la presencia institucional vasca extramuros del Estado en tiempos de ajustes presupuestarios. Especialmente cuando desde el Gobierno que preside Mariano Rajoy se ha venido adelantando la preparación de una Ley de Acción Exterior que, aunque matizada respecto a las restricciones que planteaba inicialmente a las Comunidades Autónomas, mantiene una nítida intención de control, cuando no de límite, a la representación de estas ante otros Estados. Porque lo que en realidad se esconde bajo el pretexto y los razonamientos de un ajuste del gasto no es sino la intención de uniformizar la plurinacionalidad en una sola imagen exterior y de ocultar las notorias diferencias de relaciones históricas, político-identitarias y socio-económicas que en el caso de Euskadi y respecto a España están claramente identificadas, por ejemplo en Latinoamérica. Intención que, además de obviar la potencialidad de la gestión de las competencias propias en un mundo globalizado y la jurisprudencia del Tribunal Constitucional al respecto (entre otras, la sentencia de 26 de mayo de 1994 al conflicto positivo de competencias presentado por el Estado), ignora los beneficios de una interlocución directa en la consecución de relaciones más imprescindibles hoy, cuando la internacionalización se antoja el único camino de salida de la crisis y la etiqueta propia permite eliminar la nefasta imagen exterior que arrastra la marca España. Que solo en Bizkaia el número de pymes interesadas en lograr asesoramiento para salir al exterior pasara de 95 en 2011 a 250 el pasado año o que ahora mismo una delegación foral contribuya a ampliar las relaciones comerciales con México -donde existe 25 empresas vascas implantadas y donde otras 32 poseen vínculos comerciales- son pruebas evidentes de esas necesidades que, sin embargo, exceden lo económico para interesarse en otros ámbitos entre los que no cabe obviar el arrope a las colectividades vascas.