LA disparidad en las posiciones de diputados del PSC adscritos al Grupo Socialista en el Congreso, tanto entre ellos -con el desmarque de la exministra y socialista catalana Carme Chacón- como con los diputados del PSOE en la votación de la propuesta de resolución presentada por CiU, ERC e ICV sobre el derecho a decidir, incide en las evidentes fricciones entre el Partit dels Socialistes de Catalunya y la ejecutiva del PSOE liderada por Alfredo Pérez Rubalcaba. De hecho, es la segunda diferencia de criterio nítida en apenas unos días y coincidiendo con el debate sobre el Estado tras la reconvención del PSOE al secretario general del PSC, Pere Navarro, cuando este abogó públicamente por la abdicación de Juan Carlos I. Y llega además al tiempo que el anuncio de un nuevo modo de relación entre ambos partidos en un intento tardío de recuperar el terreno catalanista perdido en el Principado y de paliar un distanciamiento cada vez más notorio. Sin embargo, la falta de una posición común de las dos formaciones federadas -el PSC nació en 1978 de la fusión del PSC-Congrés de Joan Raventós, el PSC-Reagrupament de Josep Pallach y la federación catalana del PSOE- respecto a la posibilidad de que los catalanes decidan su futuro en un referéndum legal acordado entre la Generalitat y el Gobierno español confirma el inconcluso debate interno socialista sobre el modelo y configuración del Estado y las tensiones que produce en su seno la anteposición por las sucesivas ejecutivas de Ferraz del criterio de unidad estatal frente a los derechos fundamentales de sociedades y naciones. La misma postura de Chacón, que aunque lo niegue ya vislumbra el horizonte del relevo de Rubalcaba en la secretaría general del PSOE, y el alineamiento con las tesis más estatalistas de ese debate -tras un giro ideológico radical respecto a los 70- del Partido Socialista de Euskadi (PSE) son pruebas evidentes de un problema pendiente de resolver por los socialistas en Madrid, en Catalunya y en Euskadi: el de su no resuelto dilema entre los principios ideológicos primigenios y la defensa de la libertad de los pueblos -que aún se pretende siempre que sea extramuros de España- y la concepción, tan extraña al socialismo, del Estado como un todo indivisible sustentado en la vetusta institución de la monarquía.