EL triunfo de la coalición de centroizquierda (PD+SEL), liderada por Pier Luigi Bersani, en las elecciones legislativas italianas queda matizado por dos circunstancias que van a complicar sobremanera la gobernabilidad del país y, por tanto, condicionarán la todavía exigua sostenibilidad de la economía italiana y con ella las expectativas europeas, tal y como se pudo comprobar por la reacción bursátil tras conocerse los primeros resultados. Por un lado, la extraordinaria irrupción del Movimiento 5 Estrellas del humorista Beppe Grillo (en torno al 20% de los votos cuando a priori se le otorgaba como un éxito el 14%), que se convierte en la tercera fuerza tras las dos grandes coaliciones y en el primer partido del país por número de votos directos. Por otro, la quizás no tan inesperada recuperación de la coalición de centro-derecha (Pueblo de la Libertad+Liga Norte+otros) liderada por el encausado Silvio Berlusconi, quien ha sacado un rendimiento espectacular a su potencia mediática para remontar del 10% que le otorgaban las encuestas al inicio de la campaña al 30% de las urnas. Y ello le ha permitido mantenerse como primera fuerza en el Senado gracias a su triunfo en Lombardia y a la prima del 55% de representación en la cámara alta a la fuerza más votada en cada región. Ese apoyo popular a la cuando menos difusa ideología del movimiento de Grillo y al exacerbado y peligroso populismo de Berlusconi junto al aumento de seis puntos de la abstención confirman la severa crisis que atraviesan los partidos e ideas tradicionales en un país convulsionado por la crisis y sacudido por la concatenación de escándalos que durante las últimas tres-cuatro décadas han difuminado los límites éticos en la sociedad italiana. Y ello fuerza a Bersani -a quien el presidente Napolitano deberá encargar la constitución de gobierno- a un Ejecutivo de coalición con el gran derrotado, el primer ministro saliente Mario Monti y su coalición (FLI+UDC), que por los mismos motivos de responsabilidad que le empujaron a presentar su candidatura este no puede rechazar. Porque la alternativa a esa entente sería una Italia ingobernable y consecuentemente una revisión del sistema electoral -para lo que quizás Bersani contaría con el apoyo de Grillo- y una nueva e inmediata pero también muy arriesgada convocatoria de elecciones.