LAS previsiones económicas de la Comisión Europea para el Estado español, dadas a conocer ayer por el comisario de Economía, Oli Rehn, rebaten la idea del horizonte siquiera tibiamente optimista que pretendió extender el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, en su intervención en el debate parlamentario. La desaforada, porque lo ha sido, carrera por ajustar el déficit -que el propio Rajoy se marcó como único objetivo- no solo no ha llegado a la meta sino que ha añadido kilómetros a la misma: lejos del ya corregido 6,3% previsto para el recién finalizado 2012, según la Comisión Europea rozará el 7%... hasta 2014 sin contar el crédito de los 40.000 millones que se deben satisfacer por el rescate del sector financiero español, lo que lo elevaría por encima del 10%. El desfase entre ingresos y gastos, lógicamente, se traduce en que la deuda pública ha seguido y seguirá creciendo hasta sobrepasar, según la CE, el 100% del PIB a finales del presente ejercicio, lo que significa que la tendencia recesiva no se alterará -tal vez ni siquiera se atenúe- durante 2013 y, por tanto, el crecimiento y la creación de empleo (se apunta un nuevo récord de desempleo del 27%) deberán esperar, siendo tremendamente optimistas, a finales de 2014. Pero, constatado que los datos desdicen el discurso de Rajoy, es mucho más relevante que cuestionen al tiempo las políticas económicas del Gobierno por cuanto la reiteración de recortes y ajustes no ha funcionado o lo ha hecho de modo imperceptible en el balance del Estado y, por el contrario, ha minimizado la capacidad de inversión, lastrado la renovación del tejido productivo y retrasado la reactivación económica y la generación de nuevos empleos. Por tanto, la receta de "continuar con las reformas", que Rehn llegó a apuntar ayer, no servirá salvo para perpetuar problemas que surgieron como consecuencia de la crisis global pero que son específicos de cada economía y muy diversos y que, por tanto, precisan de diferentes estrategias. Trasladado a Euskadi, el empeño por mantener el diferencial tecnológico y de marca-país respecto al Estado, por forzar incluso las especificidades fiscales para beneficiar la inversión y por diversificar los mercados ampliando el ya más que incipiente interés por las economías emergentes debería ayudar a situarnos, en contraste, junto a la Europa que empezará salir de la recesión a partir del segundo trimestre.