LOS datos oficiales sobre la evolución de la economía vasca no engañan. El último trimestre del pasado año, el Producto Interior Bruto (PIB) mantuvo, si no acentuó, la tendencia de caída de los cinco trimestres anteriores, con un descenso de medio punto, superior incluso al 0,3% de las previsiones realizadas por el anterior responsable económico del Gobierno vasco. La recesión sigue y siguen sus efectos. Y en esa situación, la mirada condescendiente a la economía estatal para constatar que aun hay margen de deterioro no sirve, como tampoco es válida la que contempla el horizonte europeo en sentido contrario o como clavo de esperanza al que aferrarse. Metida en la segunda recesión consecutiva y con un crecimiento exponencial del desempleo -175.000 parados en la CAV- que llevan implícito el descenso del consumo y la seguramente aún más grave depresión social, la economía vasca precisa de fuentes de financiación y medidas de reactivación tras años de contención y recorte, pero ello implica también una gran dosis de responsabilidad por parte de todos los agentes. Responsabilidad para no seguir lanzando mensajes contradictorios o confusos sobre la situación y el horizonte, todavía desconocido, de finalización de la crisis; tampoco mensajes que, tratando de alertar a la sociedad de una situación que conoce sobradamente por cuanto que la padece, acaban alarmándola y causan un efecto contraproducente, retrayendo impulsos imprescindibles para revertir la tendencia económica. Responsabilidad para asumir que, pese a la parcialidad e incluso la injusticia de los esfuerzos reclamados -e impuestos- hasta la fecha, corresponde a todos abandonar posturas maximalistas, evitar fricciones y ceder en busca de un diagnóstico conjunto para una crisis que, aun siendo importada por contagio, precisa de tratamiento propio y específico; y que para ello el diálogo social se antoja imprescindible. Y responsabilidad, en definitiva, para anteponer el interés y las necesidades comunes del país, de la sociedad vasca, a las preocupaciones de parte o partido y, si es preciso, a los balances institucionales o de gestión particular. Responsabilidad, en definitiva, para retomar el estímulo que ya permitió a Euskadi sobreponerse a una situación similar, si no peor, hace tres décadas.