EL primer Pleno ordinario de la nueva legislatura en el Parlamento Vasco celebrado el pasado jueves volvió a evidenciar las grandes dificultades con que se van a encontrar las formaciones políticas y las instituciones -y cuya imagen, sea esta cual sea, van a trasladar a la sociedad- para gestionar lo que se ha venido a denominar el "nuevo tiempo" sin violencia. La ausencia del terrorismo ha dado paso a un nuevo clima político y social que está teniendo múltiples consecuencias, entre ellas el regreso -con fortaleza- de la izquierda abertzale a las instituciones, en especial a la Cámara vasca. Estas circunstancias permiten, por primera vez en la reciente historia de Euskadi, abordar de manera global, íntegra y profunda -y bajo el prisma necesario e inexcusable de la ética- la gestión de la paz y la convivencia, entendidas en toda su amplia dimensión. Es decir, una gestión que abarca ámbitos como la reconciliación y la convivencia, la memoria, la pacificación y el respeto a los derechos humanos. En este clima, el Parlamento Vasco abordó el pasado jueves la creación de una ponencia de paz y convivencia. Las divergencias entre los partidos -fundamentalmente, las posturas dogmáticas de PP y EH Bildu- impidieron que diera, de momento, sus frutos. Pero aunque algunos quisieron ver un fracaso en el aplazamiento acordado, no es mal síntoma que los grupos se dieran tiempo para poder incorporar a la ponencia tanto a populares como a la izquierda abertzale, dos sensibilidades fundamentales para que la ponencia pueda llegar a buen fin en su complicado trabajo. Los consensos no serán sencillos donde todavía hay quienes, como la izquierda aber-tzale, se niegan a otorgar al Parlamento el protagonismo que, como foro en el que están representados todos los vascos, debe tener en el campo de la paz y la convivencia. En este sentido, y dado el carácter global que tendrá la gestión de esta área, el planteamiento del lehendakari Iñigo Urkullu de unificar y concentrar las estructuras, hasta ahora dispersas, que el Ejecutivo va a poner en marcha y hacerlo bajo el liderazgo de una personalidad reconocida y con prestigio como Jonan Fernández puede ser una garantía y coadyuvará, sin duda, en la búsqueda de ese acercamiento entre diferentes tan difícil y laborioso como necesario.