LA nueva Ley de Cajas que el Ministerio de Economía ha puesto a consulta pública antes de su tramitación parlamentaria en cumplimiento de una de las exigencias impuestas por Bruselas para proceder al rescate bancario de 40.000 millones de euros deja abierta la puerta al control por las cajas de una franquicia bancaria. Pero dicho aspecto, que era el primer objetivo de las tres entidades vascas de previsión -BBK, Kutxa y Vital- tras la creación de Kutxabank, no permite ignorar que la nueva norma condicionará hasta límites más que cuestionables la libertad de gestión de quienes como las cajas vascas no han incurrido en los graves errores que han llevado en la práctica a la desaparición del sistema de cajas de ahorro (con la salvedad de las reducidísimas cajas de Pollença y Ontinyent). De las condiciones impuestas a las fundaciones bancarias -denominación de las cajas que pretendan mantener cierto control sobre un banco- la presentación de un plan financiero, la elaboración de otro plan de diversificación de inversiones y gestión de riesgos y la creación de un fondo de reserva con el que hacer frente al "cumplimiento de sus obligaciones en materia de solvencia", esta última, combinada con el corto periodo para la aprobación de la ley (2014), podría incluso lograr su objetivo de limitar el número de fundaciones o, en su defecto, la intención de control mayoritario de un banco por parte de cajas que han mostrado altos niveles de solvencia e impecables gestiones. Y ello contrasta especialmente con dos aspectos de la nueva ley. Por un lado, que no prevé la imposición de restricciones salariales a los miembros del consejo de administración de las entidades -una de las fuentes de los graves problemas de algunas cajas- y, por otro, que la capacidad de control y supervisión del Banco de España se incrementa a pesar de que sus lagunas en el control y la supervisión han sido culpables en buena parte de la situación del sector financiero estatal. La ley, además, incurre en otro contrasentido básico. Si tras la reestructuración, solo las cajas con mayores niveles de solvencia y gestión más prudente han logrado situarse en posición de aspirar a mantener el control de un banco, se antoja ciertamente contradictorio que estas sean precisamente las que deban soportar una supervisión más exhaustiva.