CCUANDO llega el momento de reflexionar y analizar, solo cabe concluir que cualquier conflicto armado no es sino la consecuencia de la incapacidad y la maldad humanas. Desde ese punto de vista, resulta más difícil pronunciarse sobre la bondad o perversidad que puede encerrar una intervención militar, del tipo que sea. Este puede ser un buen punto de partida para afrontar el avispero político-militar en que se ha convertido el norte de África, concretamente Argelia, como extensión del conflicto abierto que atraviesa Malí, lanzado ya sin remisión tras la intervención francesa. Nada de lo que está sucediendo allí debería sernos ajeno -pese a la recurrente actitud de la UE de ponerse de perfil-, como demuestra el reciente secuestro de una planta gasística argelina con numerosos trabajadores internacionales, que terminó en un auténtico baño de sangre el sábado y donde ayer el Ejército todavía seguía encontrando cadáveres. La intervención de Francia en Malí fue la excusa que un grupo vinculado a Al Qaeda encontró para justificar el secuestro. A Argel le han llovido las críticas por su fulminante intervención militar, sin margen para barajar otras opciones. El reverso de esas críticas es que llegan porque la precipitada acción se salda con un elevado número de rehenes muertos; de lo contrario, probablemente, los gobiernos europeos habrían moderado su primera reacción, un matiz que ayer mismo añadía el primer ministro británico, David Cameron, rebajando el tono de su airado discurso ante la Cámara de los Comunes y desviando la atención hacia Malí. Y esa es otra cuestión, Malí. El Elíseo ha argumentado su intervención en la excolonia gala por la petición de ayuda del presidente interino ante el temor de un avance de las fuerzas islamistas radicales tuareg que controlan el norte del país. Algo de fundamento debe de tener esta explicación cuando son numerosos los testimonios que estos días aparecen en los medios de ciudadanos malíenses saludando la presencia francesa; por no hablar de lo inquietante de un régimen fundamentalista, de la índole que sea. Lo ocurrido en Argelia, sin ir más lejos, también ha venido a alimentar la lista de argumentos de François Hollande. Ahora bien, ese altruismo no oculta tampoco la importantísima producción de oro de Malí, concentrada en el sur, controlada por capitales extranjeros, entre ellos la gala Société Générale.