Hasta Armstrong... y más allá
El reconocimiento público por el siete veces vencedor del Tour del uso de sustancias dopantes no cierra las consecuencias del caso, que afecta a las más altas estructuras organizativas y federativas del ciclismo internacional
QUE Lance Armstrong haya reconocido en una entrevista televisiva a emitir mañana haber utilizado sustancias dopantes en su prolongada y exitosa carrera como ciclista profesional no cierra las consecuencias de la investigación que durante años ha realizado la agencia antidoping estadounidense USADA con el respaldo de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA). Dicho reconocimiento tal vez ni siquiera evite a Armstrong la acusación legal de perjurio -en 2005 declaró bajo juramento no haberse dopado- y una condena similar a la que ya envió a la cárcel durante seis meses por motivos similares a la quíntuple medallista olímpica en Sidney, Marion Jones. Es incluso probable que sea usada en su contra en las demandas y reclamaciones que ya le han planteado, entre otros, su excompañero Floyd Landis (por fraude), su expatrocinador US Postal, la organización del Tour Down Under o el diario The Sunday Times y que, junto a la devolución de los premios -con un recargo del 20% si no se realiza en un mes, según el reglamento internacional en su art. 1.2.073- pueden llegar a superar de largo los más de cien millones de dólares en que se cifra la fortuna del tejano. Pero, la admisión de Armstrong, que al parecer ya habría dejado caer alguna referencia al respecto en la entrevista, refuerza especialmente la exigencia de una absoluta regeneración de las más altas estructuras organizativas del ciclismo que el propio director de la USADA, Travis Tygart, cree inexcusable. Así, la Unión Ciclista Internacional (UCI), que ha tenido que reconocer haber aceptado dos donaciones de Armstrong por un total de 120.000 dólares, y sus dos últimos presidentes -Heinn Verbruggen, miembro también del COI desde 2008, y Pat McQuaid- aun deben explicar la relación de esa contribución con que el ciclista conociera planes y calendarios de los controles. El laboratorio de Lausana aun sigue en entredicho ante la posibilidad de que facilitara al corredor las claves de los tests antidoping. Y la propia Amaury Sport Organisation, organizadora del Tour que rentabilizó el boom de la prueba fuera de Europa con los siete triunfos del americano, aún tiene pendiente una explicación sobre el hecho de que las evidentes sospechas no llevaran a las primeras pruebas -la detección de EPO en un análisis posterior a una prueba de orina congelada del Tour de 1999- hasta 2005 y sólo se dieran a conocer por su diario oficial, L'Equipe, semanas después de que el de Austin ganara su último Tour y confirmara su retirada.