A la austeridad ya prevista tras el anuncio en la investidura de la disminución de un 20% de la estructura de la Administración, que adelantaba la reducción de número y agrupamiento de departamentos; la composición del primer gabinete presidido por Iñigo Urkullu añade dos rasgos que a priori aportan al nuevo Gobierno vasco el contraste de solidez necesario de ofrecer a la ciudadanía en tiempos de zozobra económica y social. El primero de esos rasgos es la experiencia. Para ninguno de los ocho consejeros, bien que en distinto grado, serán novedosas las dificultades y obligaciones de la gestión pública pese a que la gran mayoría de ellos ya han lidiado con parte de las responsabilidades que deberán asumir a partir del primer consejo de gobierno del próximo martes, cada uno en su ámbito. Pero siendo esto esencial, quizás sea incluso más resaltable la segunda característica del Ejecutivo Urkullu: el equilibrio. Porque esa capacidad que se supone por la experiencia gestora va en proporción a la relevancia política y la esgrima dialéctica y capacidad comunicativa de buena parte de sus miembros, imprescindible en la defensa de las iniciativas de un gobierno de mayoría minoritaria pero también a la hora de buscar y tejer complicidades. En ese sentido, el peso específico de Josu Erkoreka como portavoz permitirá además salvaguardar la figura institucional de Iñigo Urkullu como garante último de esa capacidad para alcanzar compromisos. Ese equilibrio se hace patente, además de en la paridad de géneros o linguística, también a la hora de otorgar a la crisis y la economía el alcance de nada menos que tres departamentos para distribuir todas las aristas derivadas de las mismas: la pieza clave de Desarrollo y Competitividad (política industrial, innovación, turismo...), el imprescindible control financiero y Hacienda, y la urgencia del empleo y asuntos sociales en las carteras respectivas de Arantza Tapia, Rikardo Gatzagaetxebarria y Juan Mari Aburto. De lo que se deduce un gobierno que trata de estar en consonancia con la realidad del país, también al fusionar Educación, Política Lingüística y Cultura (Cristina Uriarte), que avanza una clara relación de las dos primeras, o de Medio Ambiente y Transporte (Idoia Oregi) e incluso en la redenominación como Salud y Seguridad de los departamentos de Jon Darpón y Estefanía Beltrán.