DURANGO vuelve a ser estos días el centro neurálgico de la cultura vasca, el lugar en el que confluyen, dialogan e interactúan sin solución de continuidad creadores, editores, intermediarios, prescriptores y público en general en lo que es ya una cita obligada y de referencia ineludible en el universo cultural de Euskal Herria. La Azoka se ha convertido, en ese sentido y desde hace muchos años, en una auténtica ciudad de la cultura en la que prácticamente todas las expresiones literarias, musicales y/o audiovisuales tienen cabida en cualquier tipo de formato. Desde que el jueves pasado se inaugurara la 47 edición de Durangoko Azoka, miles de personas han desfilado ya por sus stands o han participado de alguna manera en alguno de los más de 300 eventos previstos hasta mañana, día en el que cerrará sus puertas hasta la próxima cita. El momento no es, ciertamente, el más idóneo para un evento de estas características. La crisis económica acumula ya muchos meses azotando a miles de familias, lo que, agravado por el aumento del IVA, ha retraído el consumo de productos culturales. Asimismo, las instituciones han reducido de manera drástica -salvo escasas excepciones- las ayudas a la creación, producción y divulgación de la cultura. Todo ello, unido al grave problema -aún sin solución a la vista- del consumo generalizado y gratuito -es decir, sin remuneración para los autores y para la industria- a través de internet ha generado un clima de honda y lógica preocupación en el mundo de la cultura, también en Euskadi. Pese a ello, la Azoka, aun habiendo reducido un día su duración precisamente por este motivo, goza de una más que aceptable salud, en gran parte gracias al compromiso que han adquirido todas las partes implicadas en el proceso de producción de la cultura. En esta edición, se presentan en la feria más de 440 novedades, una cifra nada desdeñable en el siempre complicado y reducido mundo de la producción euskaldun. La creación en nuestro país, pese a las muchas dificultades, sigue latiendo con fuerza, en calidad y cantidad, e incluso accede a nuevas formas, como la autoedición o el crowdfunding. Pero una de las grandes incógnitas, el termómetro que realmente medirá su salud y sus perspectivas de futuro, será el consumo. Y ahí, el compromiso de toda la sociedad vuelve a ser fundamental.