EL recordatorio anual en forma de homenaje al empresario Inaxio Uria en el aniversario de su asesinato por ETA hace cuatro años, la petición de la familia de que solo hicieran acto de presencia "aquellos que condenan todos los asesinatos de la banda terrorista", la ausencia en el acto de la izquierda abertzale -pese a la asistencia de miembros de EA englobados en Bildu y Amaiur- y la negativa de esta, en palabras de Pernando Barrena, a "abjurar de su pasado" y dar la razón "a quienes mantuvieron otras posiciones"; hacen patente el todavía muy laborioso y complejo camino hacia la normalización absoluta tras décadas de injustificable violencia que ha dejado un reguero de dramas en nuestra sociedad. Pero, ante todo, el episodio evidencia las carencias éticas, también políticas, que en ese sentido sigue presentando una izquierda abertzale incapaz de reconocer públicamente y de motu propio, pese a haberse visto obligada a admitirlo de manera implícita en la readecuación de su práctica política, que toda su estrategia de acompañamiento de los actos violentos fue una sucesión de dramáticos errores que contribuyeron a innumerables tragedias y sufrimientos. La izquierda abertzale, además, volverá a equivocarse si se empecina en no "abjurar" -renunciar, retractarse, abandonar, rechazar, renegar...- de la vulneración de derechos humanos que supuso aquella violencia porque le aleja del absolutamente mayoritario sentir de una sociedad que ha expresado de modo nítido, también en el capítulo electoral, sus exigencias al respecto. Incluso quienes son afines a la ideología que preconiza. Y no se trata de que "las víctimas tengan un papel político", como trata de hacer ver Barrena, sino de que la izquierda abertzale rechace políticas y actividades que las convirtieron en lo que son, víctimas, y llevaron a algunas de ellas a ciertos posicionamientos políticos. Tampoco, por innecesario, de "dar la razón a quienes mantuvieron otras posiciones", ya que ha sido la sociedad, reiteradamente, la que ha dado y quitado razones, como bien han determinado las evoluciones electorales y hasta los análisis que la propia izquierda abertzale ha elaborado. Se trata, en realidad, de que esa izquierda abertzale tiene aun pendiente la obligación de romper, clara y definitivamente, con un pasado en el que no se puede fundamentar ningún futuro.