EL órdago cuasiplebiscitario planteado por el president catalán, Artur Mas, ha tenido en las urnas una respuesta inesperada. Puede decirse sin temor a la duda que el candidato de CiU, pese a ganar las elecciones celebradas ayer en Catalunya con holgada mayoría, ha fracasado de forma rotunda en su apuesta. Mas adelantó las elecciones prácticamente a mitad de legislatura y pidió una "mayoría excepcional" para poner en marcha su propuesta, un planteamiento con el objetivo final de dotar a Catalunya de estructuras y capacidad de soberanía suficientes para convertirse en un Estado en Europa. Pero su estrategia no ha funcionado, al menos del modo que el president esperaba. De hecho, según los resultados de las urnas, CiU cuenta ahora con doce escaños menos de los que tenía tras los comicios de 2010. Son casi los mismos representantes que gana la otra formación nacionalista -más claramente soberanista o independentista-, ERC, que con 21 asientos (11 más que hace dos años) se convierte en la segunda fuerza del Parlament. En un primer análisis, parece evidente tras estos resultados que Mas y CiU no calcularon bien el apoyo a su apuesta. Lo reconoció anoche el propio president, que asumió que había quedado "lejos" de la mayoría que requería. La propuesta de Mas surgió al calor de una manifestación multitudinaria en favor de la independencia y tras constatar la Generalitat que no lograría mover al Gobierno español de sus posiciones centralistas. Tras los resultados, nada hace prever que esa apuesta vaya a seguir presente, al menos de forma tan cruda, en la política catalana. Es cierto que el soberanismo sigue teniendo mucha fuerza y es mayoría, pero ha perdido posiciones y el órdago ha tenido un efecto polarizador y ha movilizado de forma radical a la parte de la sociedad catalana contraria a una independencia que, por otra parte, ni siquiera se ha definido. Tras las urnas y este error de cálculo, queda ahora pendiente en Catalunya no solo el diseño del proceso hacia un mayor autogobierno, sino la propia gobernabilidad del país. Mas lanzó anoche el guante de la corresponsabilidad a las demás fuerzas, pero no lo tendrá fácil. La propia CiU deberá reflexionar sobre el alcance de su propuesta tanto como el PSC, cuyo batacazo histórico le pasará factura. Catalunya es hoy una gran incógnita sumida en una gran crisis económica, institucional y de identidad.