LA constitución del Parlamento Vasco para la décima legislatura, a la que el pleno de ayer da inicio, materializa y permite constatar el verdadero cambio experimentado en Euskadi en cuanto a la normalización de la actividad política una vez superada la dramática aberración de la violencia. Tanto por la presencia de los parlamentarios de la izquierda abertzale, que finiquita una exclusión antidemocrática impuesta a la sociedad vasca y a la Cámara que la representa, como por la asunción por dicho sector político, más de tres décadas después, de esa misma representatividad, así como de la legitimidad de las instituciones de que los vascos nos hemos dotado en la Comunidad Autónoma Vasca como parte de nuestros derechos históricos y de la virtualidad que dicho entramado institucional tiene en la consecución de mayores cotas de autogobierno. Ahora bien, constituida la Cámara, corresponde a quienes en ella participan toda la responsabilidad de dotarla de la virtud principal que dio origen a los parlamentos ya desde el Magnum Concilium sajón y el Model Parliament de Eduardo I en el siglo XIII: el diálogo como método para solventar las diferencias y la traslación del resultado a normas de convivencia. Con la presencia de todas las sensibilidades políticas en virtud de esa representación otorgada por la ciudadanía sin condicionantes ajenos a su voluntad y con la libertad de todas esas sensibilidades para desarrollar su acción política sin coacciones, la décima legislatura, tal y como recordó ayer la recién nombrada presidenta de la Cámara, Bakartxo Tejeria, debe sentar a través de las mayorías necesarias las nuevas bases de convivencia, sí en el ámbito de la pacificación y el autogobierno y sí en el de las relaciones socioeconómicas. Porque en todos esos ámbitos, aun sin menospreciar las aportaciones que puedan surgir de impulsos externos -como la que respecto al proceso de paz se trata de desplegar en derredor de la iniciativa de Aiete o las que en otros temas desarrollan otros agentes- debe ser el Parlamento de Gasteiz, como expresión genuina e insustituible de la voluntad democrática de la sociedad vasca, el foro en el que el diálogo lleve a acuerdos y a través del cual estos tomen cuerpo legislativo traduciendo a realidades concretas este nuevo tiempo que comienza.