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El modelo Garitano

Su negativa a elaborar un plan anticrisis porque "no sirve para nada" sería un recurso simplista del debate parlamentario si no fuera porque es reflejo exacto de las políticas económicas del gobierno que dirige y sus consecuencias en la sociedad

EL rechazo ayer por parte del diputado general de Gipuzkoa, Martín Garitano, a la elaboración de un plan anticrisis -que por otra parte había sido exigido por la mayoría de las Juntas Generales hace diez meses- con el único razonamiento de que "no sirven para nada" podría entenderse como un recurso simplista en el debate parlamentario de no ser porque es reflejo exacto de la realidad de las políticas económicas del gobierno foral que dirige y a sus consecuencias en la sociedad. Cierto es que Garitano puede apelar a su nula confianza en planes más o menos puntuales -de hecho ya tardó un año en presentar el de su gobierno- y puede incluso plantear la necesidad de cambiar de modelo económico y hasta productivo, pero en ese caso, si el diputado general está decidido a desoír -de nuevo- un mandato de las Junta Generales, su propia responsabilidad como gobernante le exigiría detallar una mínima concreción del cambio, explicando siquiera el modelo que se pretende y en líneas generales el modo en que se prevé llegar a él. Gobernar, dirigir un país o colectividad política -en este caso la sociedad guipuzcoana- no es, en definición que ya dio Jean Jacques Rousseau en el siglo XVIII, sino proporcionar la forma de proteger a la persona y la propiedad de cada cual con la fuerza común de todos. Y las cifras económicas de Gipuzkoa, con la tasa de paro en el 12,5% (42.000 personas), la pérdida de 8.200 empresas y microempresas en 4 años y el horizonte que plantea la caída del índice de producción industrial no reflejan precisamente esa protección, lo que denota que la acción del Gobierno de Bildu, o su inacción, no suple ni sustituye, como pretende Garitano, la elaboración y puesta en marcha de planes que sí han tenido efecto en otros momentos. Justificarse criticando el afán fiscalizador de la oposición -que por otra parte es la labor de esta- ante una situación evidente y advertida también por el sector empresarial y la Cámara de Comercio de Gipuzkoa no es sino una negación de la realidad que no beneficia al propio gobierno ni, por supuesto, a la economía guipuzcoana. Antes de seguir profundizando en ese error, Garitano debería recordar una máxima política que quizás haya usado en alguna ocasión: los buenos gobiernos se conocen cuando lo que hacen vale más que lo que sus opositores dicen. Y, por supuesto, debería obrar en consecuencia.