LOS ataques a las delegaciones estadounidenses, desde el que en Bengasi causó la muerte del embajador en Libia, Chris Stevens, a la repetida en El Cairo o la masiva en Sanaá, pero también las protestas en Túnez, Teherán o Gaza; no pueden explicarse, al igual que en su día las manifestaciones contra las caricaturas de Mahoma publicadas en diarios europeos, como lamentables pero simples y aisladas reacciones de un exacerbado sentimiento religioso por la supuesta producción en EE.UU. de un filme altamente ofensivo para con el islam. La cronología de los hechos -se había realizado un único pase de la película hace ya meses y su muy limitada circulación por internet comenzó semanas antes del 11-S, señalada fecha en la que se iniciaron los disturbios- y la nebulosa que rodea a la producción y elaboración del filme, atribuidas a una identidad que al parecer no corresponde a nadie, así como a su difusión, con la participación relevante del reverendo estadounidense Terry Jones, reconocido y radical islamófobo, y gracias a la traducción al árabe de un trailer en las redes sociales y por las televisiones que desde EE.UU. emiten para el mundo musulmán hacen pensar en una actuación coordinada y nada espontánea que, además, golpea en plena campaña electoral estadounidense. No se trata de especular con una nueva teoría de la conspiración, sobre todo, porque las delegaciones diplomáticas de Washington son continuo objetivo de los radicales islámicos desde el asalto y masivo secuestro en la de Teherán en 1979, pasando por los dramáticos atentados contra las de Beirut y Kuwait en 1983 y Nairobi y Dar es Salaam en 1988. Pero es preciso analizar con suma prudencia hechos que en base a otros intereses parecen querer llevar los recelos mutuos entre Occidente y el islam a un conflicto abierto del que se benefician los radicales de ambas partes. No es casualidad que la violencia haya acabado con la vida del diplomático estadounidense más cercano a la cultura árabe. Ni que la corriente radical del salafismo -por cierto, impulsada inicialmente por EE.UU. en la primera guerra de Afganistán contra los soviéticos- que estaría detrás de las injustificables protestas violentas haya resurgido históricamente cada vez que el islam se ha visto en trance de cambio o ante una crisis económica, política y social como la que hoy afecta a ambos mundos.
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